miércoles, 30 de mayo de 2007

Famoseo liberado.

Algo está cambiando, para bien, en este mundo.
Los famosos gays salen, por fin, del armario. Hombre, no es que salgan a espuertas. Y tampoco es que en España la gente se entere de todo. Pero bueno, nuestros ejemplos tenemos.
Pero es cierto que no sólo de Jorges Javieres, Jesuses, Borises y Amenábares vivimos. Incluso ex ministros como Saavedra se sacan del armario a patadas a sí mismos. Así, en el prólogo de un libro sobre outings. "Mamá, papá, aprovecho la oportunidad que me brinda escribir el prólogo de este libro sobre homosexuales reconocidos para admitir que yo también". Toma ya.
Y es que desde que Ellen DeGeneres le contó al mundo desde su serie de máxima audiencia que era lesbiana, en los EEUU se desató el válgame aquí unas pipas para que la bandera gay se convirtiera en un campo de girasoles libertarios. A pesar de inanes como Tom Cruise y de homófobos como Isaiah Washington, ahí están los listados de auto-outings o de "gays más influyentes" que publican las revistas sin pudor alguno.
Señoras, señores, señor@s: ya no está mal visto ser gay en el mundillo artístico, político, del famoseo. Resulta que en el 2.007 la alcaldesa de Cambridge puede no solo ser lesbiana, sino también transexual, que ya es que habría sido el colmo cuando Bibi Andersen saltó a la palestra. Imagínense: va un hombre y se cambia de sexo, y no contento con ello, se hace lesbiana. ¿A dónde vamos a llegar? Pues, aunque sólo sea matemáticamente, al siglo XXI, el siglo del outing, el siglo, espero de la libertad, la igualdad y la fraternidad, por mucho que los franceses se empeñen en que las tres cosas van unidas de la manita desde hace centurias.
¿Y a qué venía todo este rollo? Pues a que mira por dónde, Michael Cimino, el director de cine, por fin ha dado la cara en público. Su nueva cara: la de Elizabeth (no sé si Cimino o también se ha cambiado el apellido, no he encontrado tanta información). Y nada menos que en la pasarela roja más conocida, glamourosa y fotografiada de esta vieja pero abierta Europa: Cannes. Recordemos que Cimino fue uno de los directores más conocidos y alabados y denostados a la vez de la industria hollywoodiense, Oscars incluídos (El cazador, La puerta del cielo, Manhattan Sur, El siciliano...), Y también viene a que no es el único ejemplo: uno de los Wachowski (se escriba como se escriba), los directores de la trilogía "Matrix" va a dejar de ser el hermano de su hermano para pasar a ser su hermana.
Después de la historia de despropósitos en que se convirtió Hollywood en sus años dorados para ocultar la homosexualidad de sus estrellas (como Rock Hudson, por ejemplo, casándole con una... secretaria del estudio) parece ser que ya no es pecado ser gay, ni acaba con la carrera de nadie. Quizá todo ésto esté siendo promovido, como dicen las malas lenguas, por los propios lobbies gays del séptimo arte norteamericano. Bien es sabido por todos que gays, en la industria, hay a patadas. Y no sólo éso, sino que algunos tienen mucho poder en los estudios, o han llegado muy arriba artísticamente, y éso debe ser un consuelo y un apoyo para aquellos que pensaban que, ante la persecución de los paparazzis, lo único que podrían hacer sería ocultarse toda la vida, mentir para siempre a todo el mundo, fabricarse una doble vida con su mujercita o su maridito de pega, incluso tener hijos, y en los viajes de promoción, en hoteles de lujo de ciudades extranjeras, alquilar a algún/a acompañante de su mismo sexo.
Pero seguimos con lo de siempre: ya no está mal visto... hasta cierto punto. Todavía hay voces que se levantan contra los prejuicios hollywoodienses. Uno de los gays más famosos, Rupert Everett (La boda de mi mejor amiga, Algo casi perfecto, Otro país...) denuncia en su libro "Alfombras rojas y otras pieles de plátano" la homofobia aún imperante en la meca del cine, que desestima a los/as actores/rices abiertamente homosexuales para papeles de hetero porque el público nunca les aceptaría en esos papeles, es decir, la taquilla nunca les aceptaría en esos papeles. Curiosamente, todos aceptan que Heath Ledger y Jake Gyllenhall se den por culo en pantalla sin mover ni una pestaña.
Bueno, habrá que ver qué les tiene preparado el destino a Neil Patrick Harris o a T.R.Knight, por ejemplo, después de su auto-outing. Habrá que ver si la homofobia llega hasta ese nivel. Si se acepta que señores tan encantadores y guapos como Anthony Hopkins y Ralph Fiennes sean los asesinos más cruentos y repugnantes del celuloide, o actores tan machos y de indudable heterosexualidad como los dos ya comentados o Antonio Banderas, Javier Bardem, Hugh Grant , Javier Bardem o Daniel Day-Lewis hagan papeles de gays, ¿por qué no aceptar a Rupert Everett o los ya mentados haciendo papeles de hetero?
El público es capaz de creerse cualquier cosa: que una cinta de video te mata, que en una noche puedes pasar de tener 8 años a tener 30, que en las galaxias muy muy lejanas la gente construye planetas enteros y vuela con aeronaves monstruosas que suenan -en el vacío- en THX-surround cuando pasan por encima de tu cabeza... Bien, para éso está el cine, para éso tenemos fantasía, para creer en lo increíble e inventar lo inimaginable.
Lo peor de todo es que cuando el público no sabe nada de nada (como en el caso de Rock Hudson o el de Montgomery Clift, o James Dean y Sal Mineo juntitos en la misma peli, bla bla bla) se lo cree todo a pies juntillas. ¿Cambiaría nuestro modo de ver sus películas si de repente nos enteráramos de que la vida pública de John Wayne era una mentira y en realidad era el más maricón de todos?

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