sábado, 31 de enero de 2009

De amor y sexo (y otras sandeces), 7

PAREJAS, 3: "EL TIEMPO COMPARTIDO"

Julián se dejó caer en el sofá, casi encima de su marido.
- ¿Qué estás viendo?
- Supervivientes.
- Agg – Julián puso los ojos en blanco - ¿Cómo es posible que te pilles con todas esas basuras?
Pedro le miró con cara de circunstancias. Nunca les gustaba lo mismo, y se pasaban la vida peleándose por el mando a distancia.
- Pues no lo sé, cariño. El morbo de ver cómo se sacan los ojos los unos a los otros.
- ¿Y si ponemos una peli?
- Joder, nos van a hacer socios honoríficos de Dreamworks.
- Bueno, bueno, era una idea... Vemos a los canijos mentales estos.
Observaron durante un rato cómo toda esa gente comía cosas raras y lavaba su ropa interior sólo con agua de mar. A la una y cuarto, Julián abrió un ojo. Pedro roncaba, con la cabeza sobre su hombro. Le dio un suave codazo. Pedro gruñó y se desperezó.
- ¿Ves? No sé para qué vemos esto. Te has quedado frito. Como un tronco.
- Ya, y me vas a decir que tú no.
- Yo también, pero con una peli no me habría traspuesto. La habría disfrutado.
- Uhmm, qué pesado eres.
Julián le miró fijamente. Le acarició la cara. Después el cuello. Le apartó el flequillo. Le besó los párpados. Le sonrió con los ojos.
- ¿Nos vamos a la cama?
Pedro volvió a gruñir.
- Venga, estoy molido.
Mientras Julián se lavaba los dientes, Pedro le abrazó por detrás, apoyando la cabeza en su espalda.
- Mañana vemos una peli, ¿vale?
- ¿Ballada? ¿Do habíabo guedado gon Adbando?
- ¡Ay, no! ¡Cariño, por favor, no quiero ir!
- ¿Por qué no? – Julián escupió dentífrico y se enjuagó.
- Pff, tío, es Armando, y mañana en el Querelle es noche de calzoncillos.
- Uff, joder – dijo, mientras se recortaba los pelillos de la nariz.
- Mañana le llamo a la oficina y le digo que estás en la cama con fiebre.
- Si, mejor. A mí tampoco me apetece nada – se dio la vuelta, con Pedro aún abrazado a él.
- Genial, pues eso, nos quedamos en casita y vemos una en blanco y negro.
Julián abrió mucho los ojos.
- Uhmmm... ¿qué quieres de mí?
- ¿Qué voy a querer? ¡Tu cuerpo! – dijo riendo, y succionándole una tetilla.
Julián dejó a Pedro con sus abluciones nocturnas y se fue al dormitorio. Se desnudó y se sentó en la cama con las piernas cruzadas. Le dolían los pies, así que empezó a masajearlos. Pedro entró, apagando la lámpara del techo, se sentó en la cama y le cogió el otro pie.
- ¿Te han hecho daño los zapatos nuevos?
- No, pero he andado un cerro de kilómetros.
Pedro se acercó el pie a la cara y le besó en la planta.
- Nunca entenderé cómo es posible que con tu trabajo y el calzado que usas, los pies ni te suden ni te huelan.
- Pues porque soy un hombre completamente perfecto. ¿No te habías dado cuenta?
- Claro que sí –ronronéo Pedro. Y comenzó a chupar el dedo gordo del pie de su marido como si fuera su polla. Julián se tumbó y comenzó a gemir.
- Joder, para ya, que sabes lo cachondo que me pone.
Pedro alargó una mano y le acarició el pene, ya casi completamente erecto. Se sacó el dedo de la boca.
- Ya lo sé. Y esto –estrujó el pene entre sus dedos- no hace más que confirmarme lo perfecto que eres.
Julián sonrió y volvió a gemir, cerrando los ojos.
- Pedro, no sigas a no ser que estés dispuesto a echar un buen polvo...
Pedro se levantó y se quitó la ropa. Parecía evidente, por su estado, que estaba más que dispuesto. Se tumbó al lado de Julián y le acarició el pecho.
- Dios, me pones cachondísimo... pero son casi las dos.
Julián le volvió a sonreír y le devolvió las caricias.
- La verdad es que estoy muertito...
- Bueno, soñaré que te hago la mamada del siglo.
- Mejor podríamos... –susurró Julián, comenzando a masturbarse despacio. Pedro comenzó también a acariciarse, mirando fijamente la mano de su marido, su pecho subiendo y bajando cada vez más rápido.
- Joder, si. Pajeate... Joder, qué burro me pone verte.
En menos de diez minutos se habían corrido los dos. Apagaron las lamparitas de las mesillas y se hicieron un nudo de brazos y piernas, disfrutando del calor del otro, de la humedad, el olor, la untuosidad del semen mezclado.
- Se me está ocurriendo... –sururró Julián.
- ¿Qué?
- El viernes podríamos irnos por ahí después del curro. Me apetece un día de playita. ¿Te parece?
- Cariño, el sábado tenemos comida familiar.
Julián gruñó y suspiró.
- Joder, es cierto. Se me había olvidado.
Callaron durante un momento.
- ¿Y no nos la podemos saltar?
- Niño, sabes que no. Mamá cumple 80. Si no voy me corta las piernas con las agujas de punto.
De nuevo silencio. Fueron moviéndose poco a poco, centímetro a centímetro, hasta amoldar del todo un cuerpo al otro.
- Si es que no soporto a tu hermano.
Pedro suspiró.
- Yo tampoco, cari, yo tampoco.
Se fueron dejando caer en un sopor lento, suave y templado, notando los calambres con que el cuerpo del otro se iba sumiendo en el sueño. Pedro notó su propio primer ronquido y abrió los ojos, sobresaltado. Muy bajo, susurró:
- ¿Estás ya dormido?
- Nnng.
- Hace mucho que no te pregunto... –dudó.
- ¿Qué?
- ¿Me quieres?
- Mmm, te lo digo todos los días. Te quiero. No sé decirte cuánto, una burrada. Te quiero.
- Y yo a ti. Te quiero.
Julián acercó su cara a la de Pedro, intentando besarle la frente, pero en la oscuridad total de la habitación lo primero que consiguió fue clavarle la barbilla en un ojo. Pedro dejó escapar una risilla y se estiró hasta que sus labios se encontraron.
- Otra cosa.
- ¿Qué?
- Nunca me has dicho por qué.
- ¿Por qué qué?
- ¿Por qué me quieres?
Julián se separó de él y abrió mucho los ojos. A pesar de no ver nada, sentía que se estaban mirando fijamente el uno al otro.
- Cariño, no sé por qué te quiero tanto. ¿Hay razones para querer a una persona?
- Pues claro. Yo sé perfectamente por qué te quiero. Pero llevamos juntos 16 años, y quiero saberlo.
- No sé explicártelo, cariño.
- Inténtalo. En realidad me da igual lo que me digas. Me voy a morir de viejo a tu lado. Pero quiero que me lo digas.
Julián caviló unos minutos. Pensó en las noches tirados en el sofá viendo la tele, en las comidas familiares y los compromisos con los amigos, en los fines de semana en casas rurales delante de una chimenea, o en una playa tranquila tostándose los dos durante horas. Caviló un buen rato, hasta que Pedro notó que el pene de su marido, pegado a su vientre, se endurecía de nuevo. Maulló suavemente:
- Uhm, así que es por esto...
- No seas memo. Claro que no es por esto.
- ¿Ah, no? ¿Entonces?
- Esto es uno de los motivos por los que te deseé y te amé al principio. Y se me ocurren decenas de motivos por los que te he querido durante toda nuestras relación. Pero ahora...
- ¿Ahora qué?
- Pues que ahora sé que jamás me aburriré con nadie como me aburro contigo. Es fantástico.
Esta vez acertó con el beso, pero a diferencia del anterior, Pedro le abrió la boca con los labios y le comió la lengua hasta que él también estuvo empalmado.
- Dios, cómo te quiero –susurró Julián.
Pedro se volvió a amoldar de nuevo a su cuerpo. A los diez minutos, los dos roncaban a pierna suelta.

jueves, 29 de enero de 2009

25 añitos... o 30.

No, no es que hoy cumpla otra vez (y encima menos, no estaría mal). Es que me han pasado un e-mail que me ha divertido mucho, y aquí va:


TREINTA AÑOS DE DIFERENCIA...


Escenario: Tienes que hacer un viaje.

Año 1978: Viajas en un avión de Iberia, te dan de comer y te invitan a lo que quieras de beber, todo servido por azafatas espectaculares en un asiento en el que caben dos como tú. El vuelo llega con 7 minutos de adelanto.

Año 2008: Entras en el avión de una compañía con un billete de otra, abrochándote el cinturón de los pantalones que te han hecho quitar para pasar el control, te sientan en una butaca en la que si respiras profundo le metes el codo en el ojo al de al lado y si tienes sed el auxiliar de vuelo te ofrece una carta con las bebidas y sus precios subidos un 50% porque si. Y no protestas por si acaso cuando aterrizas te meten el dedo mas largo del mundo por el culo para ver si llevas drogas. Cuando llegas al aeropuerto, te asaltan las cámaras de Antena 3 y Tele5 porque hay una huelga de pilotos y 73 vuelos retrasados.


Escenario: la hora de la cena. Tu madre ha cocinado algo que huele espantosamente y sabe aún peor.

Año 1978: no lo cenarás, ni éso, ni ninguna otra cosa, pero "éso" lo tienes para comer al día siguiente.

Año 2008: pones morritos, revuelves "éso" con la cuchara, incluso te lo acercas a los morros. Te quejas de que siempre hay lo mismo, te rebelas. Si eres un chico, tu madre te promete que mañana habrá pizza y esta noche te hace un bocata de chorizo. Si eres una chica, tu madre se acostará agobiadísima pensando en una posible anorexia.


Escenario: Manolo tiene pensado ir al bosque después de clase; según entra al colegio le enseña una navaja a Pancho con la que pretende hacer un tirachinas.

Año 1978: El Jefe de Estudios lo ve y le pregunta donde las venden, y le enseña la suya, que es antigua, pero mejor. Además, les acompaña al bosque a buscar sapos.

Año 2008: Se comunica al PREVI*. Llaman a la guardia civil, la escuela se cierra preventivamente y llevan a Manolo al reformatorio. El profesor es detenido por secuestro. Antena 3 y Tele5 presentan los informativos de las 15:00 desde la puerta del colegio.


Escenario: Disciplina escolar.

Año 1978: Haces una putada en clase. El profesor te mete dos buenas ostias bien merecidas. Al llegar a casa tu padre te arrea otras dos y te castiga sin cena esa noche y sin tele una semana.

Año 2008: Haces una putada. El profesor te pide disculpas. Tu padre te pide disculpas y te compra una moto.


Escenario: Fran y Marcos se reparten unos puñetazos después de clase.

Año 1978: Los compañeros los animan, Marcos gana. Se dan la mano con la nariz sangrando y terminan siendo colegas en los billares.

Año 2008: Se anota en el PREVI. Los padres de Fran demandan a los de Marcos porque le ha roto la nariz, y a la escuela porque los profesores les tienen miedo a Fran y a Marcos. La escuela se cierra, Tele5 proclama el mes antiviolencia escolar en el "12 meses, 12 causas", el 20minutos publica a cinco columnas el asunto y Antena 3 aposta de nuevo a Matías Prats en pleno temporal frente a la puerta del colegio para presentar el telediario de las 15:00.


Escenario: Juan se cae mientras jugaba en el recreo y se araña en la rodilla. Su profesora, María, se lo encuentra llorando solo en el patio. María lo abraza y le da un beso para confortarlo.

Año 1978: Al poco rato, Juan se siente mejor y sigue jugando.

Año 2008: María es acusada de perversión de menores y se va al paro. Se enfrenta a tres años de cárcel. Juan se pasa cinco años de terapia en terapia. Sus padres demandan al colegio por negligencia y a la profesora por trauma emocional, ganando ambos juicios. María, en paro y endeudada, se suicida tirándose de un edificio. Cuando aterriza, lo hace encima de un coche y también rompe una maceta. El dueño del coche y el de la planta demandan a los herederos de María por destrucción de la propiedad. Ganan. Tele5 y Antena 3 producen juntos la película y definitivamente el plató de los informativos ya queda emplazado en medio de la calle.
Escenario: la peli de esta noche no es autorizada para menores.
Año 1978: en cuanto aparecen los dos rombos, tus padres te mandan a tu cuarto.
Año 2008: tu madre se estomaga con las escenas de violencia. Tu padre se corta muchísimo porque se pone cachondo con las escenas de sexo. Al terminar, los 3 comentais la mierda de pelis que ponen en Tele5.


Escenario: llega el 26 de octubre.

Año 1978: Llega el día del cambio de horario de verano al horario de invierno. No pasa nada.

Año 2008 : Llega el día del cambio de horario de verano al horario de invierno. La gente sufre trastornos del sueño, depresión y amenorrea*.


Escenario: se acerca el fin de curso y Paco y Bego ven cómo se les comen los exámenes finales.
Año 1978: Paco les dice a sus padres que el fin de semana no saldrá con ellos al campito porque se va a quedar estudiando. Estudia y aprueba. Bego se ha dejado los cuernos durante todo el año, pero a pesar de estar preparada, estudia todas las noches hasta las 4 de la madrugada con el café y los rosquillos de mamá.
Año 2008: Paco no les dice nada a sus padres, que se ponen muy gilipollas con los estudios. Sale el fin de semana con sus amigos, se emborracha dos noches seguidas, fuma como un carretero y suspende 5 asignaturas. Sus padres se preocupan y piensan en llevarle a un psicólogo. Bego entre a chatear en Facebook hasta las 4 de la madrugada inmediatamente después de "Sin tetas no hay paraíso". Por la mañana, en el bus de camino al insti, se lee 2 páginas de cada examen. Suspende 4 asignaturas, pero sólo porque no tiene el resacón que tiene Paco. Sus padres se preocupan y la apoyan: si aprueba dos de las 4 en septiembre, le pagarán un viaje a Londres.
Escenario: El fin de las vacaciones.

Año 1978: Después de chuparse una caravana del copón con toda la familia metida en un 600 tras 15 días de vacaciones en Benidorm, donde en la playa sólo se encuentra sitio libre a las 7 de la mañana y en las terrazas sólo se pueden cenar calamares, se terminan las vacaciones. Al día siguiente se trabaja y no pasa nada.

Año 2008: Después de volver de un hotel de lujo con playa privada en el Caribe, en un viaje todo incluído, se terminan las vacaciones y la gente sufre trastornos del sueño, depresión y seborrea.
Those were the days, my friend...
*PREVI: Plan de Prevención de la Violencia y Promoción de la Convivencia en los Centros Escolares.
*AMENORREA: ausencia temporal o permanente del flujo menstrual
*SEBORREA: una asquerosidad, con perdón de quien la sufra.

Y encima, video-bondería de regalo: hace falta ser cretinoide... XD

Sip. Estoy de buen humor. Quépasssa!

Musicombres del 29 de Enero

Pues nada, que termino el mes (porque dudo mucho que en el finde "curre"...) con una canción que me trajo por la calle de la amargura a mis tiernos 18 años. Cuando me compré este single, lo escuché, de un tirón... ¡23 veces! Me decía que era para aprenderme la letra, pero la realidad es que a aquella edad ya era un blandorro. Claro, estaba enamorado hasta las trancas... :)
Berlin
"Take my breath away" (Techno Remix)

Watching every motion in my foolish lover's game
On this endless ocean finally lovers know no shame
Turning and returning to some secret place inside
Watching in slow motion as you turn around and say
Take my breath away
Take my breath away

Watching I keep waiting still anticipating love
Never hesitating to become the fated ones
Turning and returning to some secret place to hide
Watching in slow motion as you turn to me and say, my love
Take my breath away

Through the hourglass I saw you, in time you slipped away
When the mirror crashed I called you and turned to hear you say
If only for today I am unafraid
Take my breath away
Take my breath away

Watching every motion in this foolish lover's game
Haunted by the notion somewhere there's a love in flames
Turning and returning to some secret place inside
Watching in slow motion as you turn my way and say
Take my breath away
My love, take my breath away
My love...

Take my... take my... take my breath away...

Lo que se llevaron estos remixes durante una temporada... Qué tiempos aquellos.

Aquí la versión blandorra... Atención a los arrebatos de la rubiorena... XD
Berlin
"Take my breath away"

Bueno, la traducción un poco cutre en algún que otro giro, pero oyes, es lo que hay.
Qué guapismo estaba Tommy en Top Gun, releches. Y Vally también, qué coño, aunque Val estaba mucho más comible en Willow, pero bueno... ¿Y el que luego fue el teniente Palermo de Pacific Blue, Rick Rossovich? Madredelamorhermoso, qué 3 polvos. O 4, no nos vamos a cortar a estas alturas ¡Si hasta Anthony Edwards estaba guapo! XD

Vaya, pensaba que ya había puesto en el blog el single de estos muchachitos que les lanzó a la fama, pero no.
Berlin
"Sex (I'm a...)" (Long Version)


Raroraro que enseñándose un muslo y con la letra que tiene, este video no esté capado en Saint YouTube! ¡¡Si hasta dice que es una zorra!! Ayqueveee...

Como siempre, un enlace a esos días de ayer.

Y otro enlace... Vamos, un nudo que me hacía yo con éstos dos. A la vez, oyes, que uno ya tiene edad para estas cosas y para muchas más.



¡Hala, os quejareis de entrada musicombral!

martes, 27 de enero de 2009

De amor y sexo (y otras sandeces), 6

PAREJAS, 2: "CEPAS"

Abrí los ojos, pero no del todo, como hago siempre al despertar, para evitar que la impresión sea demasiado fuerte si lo que veo al abrirlos no me gusta.
El sol de mediodía, inmisericorde, entrando por la ventana. Un techo blanco, paredes celestes, un par de sillones, mini-tele, mini-mueble, mini-bar, visillos blancos meciéndose empujados por una suave brisa que, aunque no lo notara, sabía que olía a yodo y salitre. Y Fernando, respirando fuerte, casi un ronquido, desnudo a mi lado sobre las sábanas. Su precioso pene llamaba a gritos a mi boca, pero el mío, como una piedra, pedía a gritos una meada urgente. Además, no me apetecía una batalla sexual como la de la noche anterior. Había quedado ahíto de sexo y semen. Después de siete años de seguridad, miedo y condones –y demasiada masturbación sustitutiva-, al fin me había tragado todo lo que un hombre me había querido dar.
Fue tal el delirio de sentir su primer chorro en el fondo de mi garganta, que seguí mamando, inconsciente por completo de los calambres que le daban, de los gritos con que pedía que parara. Le sujeté las manos contra los costados, mucho más fuerte que él y a pesar de la fuerza que hacía con sus piernas para intentar pararme o separarme de él, seguí mamando, sin dejar que su polla llegara a estar fláccida, hasta que conseguí que se corriera de nuevo en mi boca. Por supuesto, ni el sabor, ni la cantidad, ni la fuerza, fueron los mismos que la primera vez, pero igualmente me supo como nada que hubiera podido probar antes. Me llamó de todo, todos los insultos que le pasaron por la cabeza. Cuando finalmente se calmó con mis suaves besos y caricias, los dos estábamos empalmados de nuevo.
- Quiero follarte –le susurré-, déjame follarte.
- Fóllame –maulló-, pero despacio. Por favor, no me hagas daño.
Saqué crema y un condón de la maleta mientras él me seguía por la habitación con la mirada, masturbándose despacio. Me senté en la cama y abrí el condón.
- No. Te quiero dentro.
- ¿Seguro?
- No vas a ser el único que lo va a disfrutar.
Le comí el culo durante unos minutos, mordiendo sus cachas, follándole con la lengua, llenándole de saliva. Después me puse sus pies en los hombros y entré en él tan suavemente como pude. Despacio, dejando que sus paredes se amoldaran a mi polla, no muy larga pero bastante gruesa. Rugió al notar mis huevos pegados a su trasero, cómo empujaba con mis caderas para introducir hasta el último milímetro, cómo mi polla se endurecía y engordaba aún más, hasta casi estallar, dentro de su culo.
- No te muevas. Así, quédate así.
Comenzó a mover unos músculos misteriosos y sumamente fuertes, que convirtieron su culo en una boca estrecha, húmeda y ardiente que succionaba mi cuerpo entero a través de mi erección. Cuando intenté moverme porque no aguantaba quieto, me agarró con fuerza de las caderas, para que me quedara allí, clavado en él. No sé si fue su maestría o lo cachondo que me tenía, supongo que una suma de ambas cosas, no pude soportarlo más de un par de minutos. Cuando sintió mis primeros chorros de semen, empezó a gritar.
- ¡Ahora! ¡Ahora! ¡Fóllame!
Me moví a una velocidad de vértigo mientras seguía corriéndome dentro de él. Sentí que la cabeza se me iba y la cama empezó a dar vueltas, hasta que no pude más y caí sobre él, derrengado, oyendo su corazón por un lado y un mar que ahora rugía dentro de la habitación por otro. La cabeza, aún con los ojos cerrados, me seguía dando vueltas. Él gemía y frotaba su polla contra mi vientre, haciendo fuerza con el culo para que mi polla no se saliera. Cuando al fin se encogió tanto que se salió sola suspiró, me empujó a un lado, dejándome tumbado boca abajo mientras intentaba recuperar el aliento y la horizontal, y se arrodilló entre mis piernas. Me separó los cachetes, soltó un certero lapo justo en mi agujero y, sin esperar más, me metió la polla de golpe. Fue como si me hubiera metido un hierro al rojo que me hubiera llegado hasta el estómago. Grité de dolor, gritos entrecortados, sin sentido, pero no le pedí que parara. Pegó todo su cuerpo al mío, besando mi cuello, mis orejas, mi mandíbula, mientras yo clavaba la cara en la almohada y la mordía con fuerza, soltando un grito con cada empujón suyo.
- No puedo, no aguanto –gimió, más sorprendido que otra cosa-. Me pones... la ostia... de cachondo.
Ambos rugimos cuando su lava me inundó. Desesperado por sentir más, me follé al colchón hasta que me corrí, con su polla aún dentro de mí, aún dura.
Hacía más de doce años que no tenía dentro de mí el semen de otro hombre. La lefa. Cuando estoy tan cachondo me gusta llamarlo lefa.
Dejé de mirar su desnudez porque empezaba a estar empalmado de las ganas de mear, y no deseo. Fui al servicio, meé como pude con aquel palo y me metí en la ducha. Me froté bien fuerte con jabón y una esponja de esparto para quitar todas las manchas. El culo me ardía.
Cuando salí de la ducha, Fernando estaba apoyado en el lavabo, mirándose fijamente en el enorme espejo. Miró mi reflejo y sonrió. Se acercó a mí y me abrazó.
- Qué bien hueles –susurró.
- Uhmm, tú también –rió a carcajadas.
- ¡Pero si debo de oler a tigre!
- Precisamente por eso. Me encanta ese olor tuyo.
- Vaya –se mordió los labios y puso cara de sátiro, mirándome con dos dagas-, ya lo noto.
- Ah, no. Ni se te ocurra. ¡La tengo escocida!
Volvió a reir y a mirarme fijamente, tocando casi mi nariz con la suya.
- Yo también... y no es lo único.
Me besó profundamente, suave y dulce, como todo en él. Después se metió en la ducha. Me lavé los dientes, me afeité, me hunté bien de leche protectora para bajar a la playa y me puse un bañador. Cuando volví al baño con todo mi armamento farmacéutico, se estaba afeitando, envuelto en una toalla. Llené un vaso con agua para disolver la pastilla efervescente y me dispuse a tomarme el resto, como todas las mañanas.
- Mi médico me va a matar cuando le cuente ésto –dijo, con esa forma de hablar torcida que tenemos los hombres mientras nos afeitamos.
- Dile a tu médico que ya eres mayorcito.
Me sonrió de nuevo desde el espejo.
- ¿De veras crees que después de sólo dos semanas podemos tener algo?
- Podemos intentarlo, al menos.
Después de mi última cápsula me bebí el vaso de un trago. Asqueroso. Pegué todo mi cuerpo a su espalda.
- No te voy a dejar escapar. Hacía tantos años que no sentía todo esto...
- Vamos –me guiñó un ojo, su reflejo-, que podría ser nuestra última oportunidad.
Se me encogió el estómago. Entrecerré los ojos, para no ver entero todo lo que no me gustaba. Le estrujé el pecho con mi abrazo hasta que le hice quejarse.
- Podría. Pero no creo que sea éso.
Terminó de afeitarse y lavarse conmigo en su espalda como una lapa.
- Bueno –concluyó-, de todas formas mi médico me va a poner a parir. Déjame, anda, que me tengo que tomar las mías.
- Fernando, tío, pensé que nunca diría esto, pero... ¿sabes que le voy a decir yo a mi médico?
- Dime.
- Le miraré a los ojos, para que vea lo que nunca ha visto en ellos y después, con toda la tranquilidad del mundo, le diré: “Dr. Freire... ¡que les den por el culo a las cepas!

lunes, 26 de enero de 2009

De amor y sexo (y otras sandeces), 5

PAREJAS, 1: EL TIEMPO PERDIDO (3ª y Última Parte)

En alguna que otra ocasión, Fede acompañaba a Edu en sus salidas con sus amigos. Seguía horrorizándole el ambiente gay; de hecho, cada día le gustaba menos, pero entendía la necesidad de Edu de salir, y también que quisiera que le acompañara.
Sin embargo, no se sentía a disgusto, durante aquellas salidas, con los locales donde iban, o con el ambiente de sexo fácil o drogas que se encontraban, sino consigo mismo. Se encontró controlando cada reacción de su novio, haciendo preguntas a sus amigos, nunca directas, pero siempre incómodas. Celoso y posesivo como nunca lo había sido, sin tener razones para comportarse así. O al menos, sin saber si tenía razones; claro que de ahí parten los celos.
Nunca había sido celoso, y la sensación le resultaba molesta, falsa, irracional. No podía creer que no terminara de confiar en Edu: no recordaba haber conocido nunca a una persona tan sincera como él, y hasta donde sabía, Edu siempre le había contado absolutamente todo.
Si bien era cierto que, si ahora tuviera algo que contarle, Fede preferiría morirse antes que saberlo.

Aquella mañana no pudo evitar reaccionar como siempre, al despertarse con uno de aquellos ronquidos de Edu. Casi instintivamente se acercó a su pubis y lo olisqueó, esperando oler algo diferente, pero Edu se había puesto un chándal limpio para dormir y, como siempre, se había pasado con el suavizante. Sin darse cuenta de que lo hacía, apoyó la cabeza en su costado, y Edu se removió, gimió, y soltó un pastoso “buenos días”, que sonó a cabreo más que a otra cosa.
- Buenos días, cariño –Edu volvió a gruñir-. Creo que voy a tener agujetas o algo, de tanto bailar. Me duelen las rodillas.
- Ahora te doy un masaje, ¿vale?
Fede se tumbó junto a Edu mientras éste hacía un esfuerzo titánico para abrir los ojos y se desperezaba.
- ¡Auh! Uff, no solo las rodillas, me duele todo el cuerpo.
- Cari... –susurró Fede, mientras le besaba el hombro- ¿me prometes una cosa?
Edu le miró extrañado, desde la profundidad de una molesta resaca que le martilleaba las sienes. Fede estaba igual de sorprendido.
- ¿Qué?
- Prométeme que nunca te meterás nada, ¿vale?
- ¿Cómo?
- Juanan y Carlitos son dos coqueros, cariño. Y Tachi una fábrica de poppers. No me gusta. No quiero que te metas en éso, ¿ok? Es demasiado fácil.
- Fede, sabes que nunca...
- Lo sé, pero prométemelo.
- Qué tontería.
Fede aprovechó el silencio para empezar a acariciarle. Le sacó la camiseta del pantalón y pasó su mano sobre el suave vello de su vientre, frotando su propia erección contra el muslo de Edu. Pero éste se revolvió, le agarró la mano y se la llevó a la boca, besándole cada yema con suavidad.
- Voy a ducharme.
- No hace falta. Me encanta besarte cuando estás todo sudado.
- No seas guarro. A mí no me gusta, me siento un cerdo.
Y se levantó de un salto. Cuando Fede entró en la bañera, Edu ya se había enjabonado entero, y se frotaba enérgicamente con una esponja de esparto.
- Date la vuelta. Dámela.
Le frotó, suave, los hombros con el guante de crin, mientras Edu seguía enjabonándose por delante.
- No me has dicho que me lo prometes.
- Es que no necesitas que te lo prometa, amor. Sabes que nunca me han gustado las drogas.
- Lo sé, pero es tan fácil. Igual que probaste el popper aquella vez. Prométemelo.
Edu se giró y le cogió la cabeza entre sus manos.
- Te lo prometo.
- No quiero que haya secretos entre nosotros. Te quiero.
- Y yo a ti, Fede, más que nunca.
Comenzó a besarle. Los labios, la cara, el cuello, mientras repetía en voz baja “te quiero, te quiero, te quiero”. A Fede se le encogió el estómago cuando se dio cuenta de que Edu hablaba entre hipos, tartamudeando. Le sujetó de los hombros, separándole y mirándole fijamente. Edu le miró a los pies. Le temblaba la barbilla y a duras penas podía evitar echarse a llorar.
- Anoche follé con Juanan.
Fede tragó saliva. Sin decir nada, abrió la mampara y salió, envolviéndose en su bata, mientras oía el sollozo entrecortado de Edu.
- Fede...
Ya estaba casi vestido cuando Edu apareció en el cuarto, todavía lleno de jabón, llorando a moco tendido.
- Fede, por favor...
- Vete a la ducha, lo estás poniendo todo perdido.
- Fede, por favor, escúchame... Estaba borracho. Te juro que pensaba que eras tú.
- Si, claro. Perfecto. Te he dicho que te vayas a la ducha.
- ¡Fede! –gritó Edu, aún desde la puerta de la habitación- Por favor, por favor...
- ¿No vas a la ducha? Bien, entonces me voy yo –dijo, empujando a Edu para poder pasar.
- Fede, no te vayas así, por favor. Vamos a hablar.
- Si no me voy ahora –respondió, empujándole ahora con violencia- te juro que te mato, Edu. Te mato.
- Fede... –Edu no sabía qué decir-. Lo siento, por favor...
Fede levantó una mano pidiendo silencio.
- Me voy. Voy a algún sitio donde no te vea.
- Así no vamos a solucionar nada.
- No hay nada que solucionar. Te quiero, pero sabía que esto iba a ocurrir, más tarde o más temprano.
- ¿Ah, si? ¿Lo sabías? –Edu seguía llorando- ¿y por qué no has hecho nada para evitarlo?
- ¿Yo? –berreó Fede. Echaba fuego por los ojos-. ¿Ves por qué es mejor que me vaya ahora? Si sigues hablando dirás muchas cosas de las que te arrepentirás.
Portazo.

Se sentó en su terraza favorita y pidió un desayuno completo, que se zampó en tres minutos. Había salido en camiseta y comenzaba a notar el fresco de la mañana, ahí sentado, pero en unos minutos el sol de octubre le daría de lleno, y cerraría los ojos para dejar de ver la vida pasar. Probablemente entonces pensaría. Ahora prefería ver cómo la dueña del kiosco se peleaba con docenas de clientes que se iban cargados con el periódico, el dominical, el DVD de la colección semanal, el tomo de la enciclopedia de regalo, la revista de cotilleos de la semana y el pasatiempos de Sudoku: total, veintitrés euros y una mochila llena. Él lo tenía todo amontonado en una silla, pero no le apetecía leer, sólo lo había comprado por inercia. Observó a la gente sentada en la terraza, en los bancos, en la terraza del otro lado de la plaza, donde ya daba el sol, en la que salía de la boca de metro, el que paseaba al perro. Le dio la impresión de que todos eran felices, de que ninguno tenía ningún problema, ninguno había discutido nunca con su pareja, o con los amigos, o con el perro. De toda aquella gente, nadie tenía la culpa de nada.
No sentía complejo de culpa. Simplemente, asumía su error, su falta de dedicación hacia Edu, su egoísmo. Sabía que tendría que haber salido más con él, que si le hubiera acompañado más a menudo Edu habría probado todo lo que hubiera querido, pero con su ayuda y consentimiento. Él había sabido lo que se le pasaba a su novio por la cabeza, por el estómago y por los huevos. Quizás incluso le habría permitido jugar con otros hombres, pero con él como parte activa del juego, controlando la situación, haciéndole saber a Edu que jugar así no es mentir. Tendría que haber profundizado en sus deseos y necesidades. Tendría que haberle advertido de que del ambiente gay no se sale igual que se entró: ni tan fácilmente, ni con la misma experiencia, ni con la inocencia intacta. Tendría que haberle dicho que, aunque confiaba en él, sabía que más tarde o más temprano caería en ese laberinto del que es tan difícil salir, pero que él estaría allí para guiarle, acompañarle, y amarle, hiciera lo que hiciese.
Era consciente de que le había dejado caer. Sabía que iba a pasar lo que había pasado.
Y sabía que le iba a perdonar.

Edu permaneció sentado en el sofá, en silencio, esperando que fuera Fede quien dijera la primera palabra. Se miró las manos, echas un nudo de dedos, cuando se sentó a su lado. Notaba que Fede le estaba observando, pero no esperaba la caricia. Al notar la mano en su nuca, empezó a temblar.
- Perdóname, por favor. No entiendo por qué lo he hecho.
- Yo sí que lo entiendo.
Edu comenzó a llorar en silencio.
- Sé lo mal que te sientes, pero no quiero que te sientas así. Llora lo que necesites, pero no te sientas mal por mí.
- Me siento fatal –sollozó Edu-. ¿Cómo he podido hacerte esto? Me siento un cabrón rastrero, un jodido putón.
- Vale, lo eres –Fede casi llegó a sonreír-, pero lo entiendo perfectamente. Es el motivo por el que no quería que salieras solo por el ambiente. Por eso intenté impedirlo.
- Fede, no intentaste impedirlo, sólo dejaste claro que tú no ibas a salir conmigo, y ya está.
- Cariño, salí contigo lo suficiente como para que lo conocieras, para que te dieras cuenta de cómo funciona.
- Ya sabía cómo funciona cuando te conocí. Por eso me gustó tanto que a ti no te gustara. Pero cuando empezamos a salir nos lo pasábamos tan bien juntos que...
- Tú te lo pasabas bien, Edu. Yo nunca lo he disfrutado. Sólo salía contigo para que conocieras todos los locales y te dieras cuenta de que todos los caminos conducen a Roma.
- ¿Y por qué me dejaste entonces que empezara a salir solo? –Por fin Edu le miró a los ojos.
- Lo siento. Ése fue mi error. Pensé que te cansarías antes de llegar a hacer nada de lo que te pudieras arrepentir.
Silencio. Más sollozos y nudos de dedos. Esta vez, cuando Fede puso de nuevo la mano en la nuca de Edu, éste se revolvió, incómodo.
- Ése es el problema, Fede. Me siento fatal porque sé que te he hecho lo peor, y no te merecías esto. Pero el verdadero problema no es que lo haya hecho. Lo he estado pensando mucho, y la cuestión es que no estoy arrepentido.
- ¿Cómo?
- Fede... anoche no fue la primera vez.
Fede se frotó los ojos con las palmas de las manos y chasqueó la lengua.
- Ya lo sé, cariño. El sexo huele. Y cuando lo traes de fuera, el olor es muy fuerte. Pero ahora mismo no me importa, siempre que sepamos que no...
- A mí sí que me importa –cortó Edu-, me importa, Fede, porque me gusta. Me importa porque aunque lo he intentado, sé que ahora mismo no puedo parar. Me importa porque, aunque te amo, sé que lo voy a seguir haciendo.
Ahí estaba lo que más temía. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Por qué había sido tan débil y había permitido que todo llegara tan lejos?
La primera vez que había notado aquel olor ajeno tendría que haber reaccionado, en lugar de esperar que el propio Edu llegara a sus propias conclusiones. Tendría que haberle dejado claro que nunca más saldría solo, que su relación era más importante que ninguna otra cosa.
Tendría que haberle cruzado la cara, por cretino.
- ¿Entonces?
Edu se levantó y se dirigió a la habitación. A mitad del pasillo paró y se dio la vuelta, con las manos en los bolsillos y sintió tanta ternura al mirar a su novio que estuvo a punto de pedirle perdón otra vez. Pero no se calló.
- Entonces nada, Fede. Después de tanto tiempo, resulta que no puedo afrontar una relación seria, así que mejor recojo mis cosas y me voy. Tú no te mereces esto. Y yo no te merezco a ti.
Se quedó allí de pie, con las manos en los bolsillos, esperando una respuesta, pero Fede se quedó callado, mirándole. No pudo soportar más la mirada y se fue a la habitación a preparar sus cosas. Cuando cerraba la primera maleta, se dio cuenta de que Fede le miraba, apoyado en el quicio de la puerta, en silencio.
- Edu, no te vayas así. No tienes dónde ir.
- Me voy a casa de mis padres. Ya volveré cuando encuentre casa.
- Edu, por Dios. No me importa, de verdad. Prefiero que te quedes y pasemos por esto juntos.
- Yo no, cariño. Te quiero demasiado para hacerte sufrir de esta manera. Y debería importarte.
- Pero es que yo no voy a sufrir. Ya sé lo que hay, y sé que lo vamos a arreglar juntos.
- Si me quedo te voy a hacer polvo.
- No, Edu, no te equivoques. Si te quedas te vas a hacer polvo a ti mismo, no a mí.
Se arrepintió inmediatamente de haberlo dicho.
- Pues mejor me lo pones. No puedo afrontar ésto. No quiero ver cómo soy realmente, y mucho menos hacerlo mientras tú estás ahí, viéndolo todo.
- Yo te ayudaré a pasar por todo ésto. Te quiero, Edu.
- No, Fede. Lo tengo que pasar solo. Y lo sabes –cerró la segunda maleta y se acercó a Fede, que seguía sin pasar de la puerta-. Y basta de topicazos. Te llamaré en cuanto llegue, ¿vale?
Se abrazaron. Temblaban los dos como cachorritos recién nacidos.
- No te vayas, por favor.
- No puedo quedarme, Fede. Haba lo que haga ya nada sería igual que antes. Haga lo que haga, te va a doler, pero creo que ésto es lo mejor. Así este dolor estúpido sólo será mío.
- ¿Y qué voy a sentir yo? ¡Me estás dejando solo!
- Bueno, quizás algún día me dejes volver contigo, pero ahora... Ya te dije una vez que a mi vida le faltaba algo, que tendría que haber experimentado todo ésto yo solo, antes de involucrarte en mis meteduras de pata. Fede, si seguimos juntos, llegará un momento en que nos odiaremos, y eso sí que no. Ahora da igual si volvemos un día o no. Lo que importa es que nos queremos, y éso es lo que hay que conservar, antes de que lo estropee todo.
Fede no le dejó soltarse. Le abrazó aún más fuerte, esquivando las lágrimas a duras penas.
- Te quiero, Edu. Te quiero.
- Y yo a ti. Creo que como nunca querré a nadie.

Fede se dio cuenta de que le temblaba un párpado. No tenía nada que ver con su estado de nervios. Volvió la vista atrás y guiñó el ojo que le molestaba. Sonrió al ver el guiño de vuelta y volvió a concentrarse en la puerta, de esa manera tonta y ovejil en que los humanos nos concentramos en las puertas de desembarque de un aeropuerto, como si quien esperamos se nos fuera a escapar si perdemos la atención dos segundos.
La puerta se abrió por fin, y comenzó a vomitar gente con maletas. Gritos, risas, besos, abrazos.
Edu.
Al verle, sintió un calor potente, inmediato, que se extendió desde el estómago hasta las orejas. Seguía tan hermoso como siempre: ni una arruga, ni una ojera, ni una imperfección en su cada vez más cotizada cara. Pero Fede sabía que no era la belleza de Edu lo que producía aquel calor tan especial, sino su sonrisa. Simple y llanamente, su sonrisa.
Tuvo que contenerse para no echar a correr y abalanzarse sobre él. Se abrazaron, sin embargo, tan fuerte, que Fede sintió que le faltaba el aire cuando se echó a llorar.
- Ooh... ¡blando, blando! –rió Edu. Fede también rió, entre hipos.
- Es que me estoy haciendo mayor.
- Ya te veo, abuelita. ¡Estas canas!
Ambos rieron de nuevo. Se miraron sin separarse. Edu también lloraba.
- Oye, maricón, que las canas las tengo desde los veinticinco.
Siguieron observándose durante un largo instante, hasta que Edu sintió un arrebato de ternura casi imposible, y volvió a abrazarle fuertemente, para evitar las ganas irreprimibles que tenía de besarle.
- Anda, vamos, que me van a cobrar un ojo de la cara por el parking.
Cada uno cogió una maleta y se acercaron a la línea de asientos frente a la puerta de la terminal.
- Ven, que os presento.
De pie junto a los asientos permanecía un hombre que les miraba con una medio sonrisa. Unos cuarenta, tan alto y grande como Fede, barbudo y peludo: más allá de la camiseta y los pantalones cortos no se veía ni un centímetro de piel sin vello. Edu sintió una saeta de hielo en el pecho, pero se acercó sonriendo y con el brazo extendido hacia el hombre.
- Edu, éste es Ángel. Ángel, cariño, te presento a Edu.
Ángel cogió la mano de Edu y, en lugar de estrechársela, tiró de ella y, colocándole la otra mano en la nuca, le plantó dos sonoros besos.
- ¡Por fin te conozco! –rugió el hombretón-. Empezaba a pensar que en realidad no existías.
- Pues por la cantidad de veces que vi tu nombre en los e-mails, yo estaba más que seguro de tu existencia.
Ángel rió a carcajadas. Era evidente que estaba acostumbrado a que le miraran. Casi dos metros de músculos, todo aquel vello moreno, unos ojos de un azul profundo y brillante enmarcados por unas pestañas casi imposibles. Edu se dio cuenta de que varias personas, de hecho, les miraban, entre ellas más de un hombre encantado con el espectáculo.
- Bueno, espero que los modelos podáis comer codillo... Aunque me da igual que no puedas. ¡Te vas a chupar los dedos!
- Me encanta el codillo –sonrió, y mientras Ángel colocaba las maletas en el coche-: ¿de dónde has sacado a ese angelote?
Fede rió complacido. Durante el viaje se contaron lo típico: la marcha de los respectivos trabajos, comentarios sobre conocidos comunes, el Madrid que se iba a encontrar Edu, lleno de obras imposibles, agujeros y socavones, después de cuatro años y pico sin verlo.
- ¿Le llevas a su cuarto? Yo voy a preparar todo para comer –dijo Ángel, una vez en el recibidor de la casa de Fede, y dicho ésto, le dio un suave beso en los labios, le guiñó un ojo y desapareció por el pasillo.
- ¿Mi cuarto? Oye, no me voy a quedar aquí molestando. No quiero resultar...
- No seas bobo. Claro que te quedas. A no ser que tengas otros planes, claro.
- Pues no, pero tendré que cancelar la reserva del hotel.
Mientras se peleaban con las maletas para subirlas por la escalera de caracol, Edu sintió que se le iba encogiendo el estómago. Todo permanecía igual, con excepción de la habitación donde dormiría, que antes era un ropero enorme, pero que ahora tenía una cama, cortinas nuevas, una lámpara en lugar de una bombilla desnuda.
- Vaya, qué bonito está esto.
- Lo arreglamos el año pasado. La hermana de Ángel se quedó aquí tres meses cuando se quedó sin trabajo. ¿Te ayudo a deshacer las maletas?
- Tranquilo, sólo voy a abrir una. La otra es la de viaje, y además serán pocos días.
- ¿Cuándo te vas?
- Dentro de diez días.
- Qué pena. Siempre tuve la esperanza de que volvieras a vivir en Madrid.
- Y volveré. De hecho, tengo varias citas con inmobiliarias para ver pisos, y aunque no encuentre exactamente lo que busco, seguro que al menos cojo uno de alquiler.
- ¿Y eso? ¿Harto de tus padres? ¿O ellos hartos de ti? Resultas un poco talludito ya...
Edu rió mientras empezaba a colgar camisas en el armario.
- Pobrecillos. Sólo les veo en fechas señaladas. Por eso busco algo en Madrid. Estoy definitivamente harto de viajes, de hoteles, de comidas extrañas y de mi agente. Quizás aquí tenga que volver a los castings, pero no me importa. No sabes la cantidad de dinero que he ganado en estos años. Y ya tengo un par de contratos con empresas españolas en la cartera.
- Bueno, y qué tal con... ¿Fredy?
- Fredy... –susurró Edu, sentándose en la cama-. Bueno, ya me conoces. Otro desastre.
Fede sonrió. En todos aquellos larguísimos e-mails había leído sobre tres modelos, un agente, un maquillador, tres fotógrafos y un pintor de brocha gorda. Sólo uno de ellos había llegado a los tres meses.
- Vaya, pues lo siento.
- No lo sientas. Soy así. Lo tengo asumido: nunca tendré una pareja estable. Soy demasiado zorra.
- Hombre, con esa actitud, desde luego...
- Bueno, no entremos tan pronto en terreno escurridizo.
Les salvó la campana, a berridos desde la cocina.
- ¡Niño! ¡No hay pan!
Se sonrieron, sin saber por qué.
- Está buenísimo –susurró Edu, con cara de sátiro.
- Lo está, lo está. Y además es un cachopán.
- ¡Un pan enorme! –ambos rieron y Edu puso su mejor cara de prima-hermana-. ¿Qué tal anda de...?
- Uff... gigantesca –volvieron a reír los dos, esta vez a carcajadas-. Menos mal que el activo soy yo... aunque de vez en cuando... –puso los ojos en blanco y volvieron a reír.
- ¡Niño! –volvieron a oír gritar-. Si os reís tan escandalosamente es porque estáis hablando de mí, así que ¡bajad ahora mismo! ¡A hacer la compra, vamos!
- ¿Necesitas que te ayude? –preguntó Edu a Ángel cuando Fede hubo salido.
- No te preocupes. Todo controlado. ¿Quieres una Coca, o algo?
- Una cerveza.
Observó cómo Ángel se movía por la cocina. Sintió de nuevo un clavo enorme en el pecho.
- Huele genial, desde luego. Cocina de mamá.
- ¿Sabes? –inquirió Ángel, dándole aún la espalda- Fede te quiere.
Edu abrió mucho los ojos y no supo qué decir. Le pilló tan de sorpresa que notó que le temblaba la voz cuando respondió.
- No digas tonterías. Tendrías que haber leído alguno de los e-mails que me mandó hablándome de ti.
- No es eso –Ángel cerró el grifo y, secándose las manos con un trapo, se dio la vuelta y le encaró-. Estoy tranquilo en ese aspecto. Sé lo que siente por mí, y yo por él. Pero tiene tu espina clavada, y nadie se la sacará nunca, ni siquiera yo. Nadie, excepto tú, claro.
Abrió la boca sin saber qué decir. Edu sabía que se estaba poniendo rojo como un pimiento. Ángel le observaba fijamente, pero muy tranquilo. No había resentimiento ni odio, ni en su voz, ni en su actitud. Sólo recelo.
- Ángel, yo no... –y se quedó callado.
- De acuerdo, entonces podemos ser amigos.
Edu sintió que la bola de cemento del estómago se deshacía lentamente. Ángel se acercó a él con varios platos en las manos y se los plantó encima, sin soltarlos.
- Desearás no haber nacido si le vuelves a hacer daño. ¿Me entiendes?
Se le heló la sonrisa en la jeta de imbécil que estaba seguro que se le acababa de quedar. Carraspeó un poco, cada vez más nervioso.
- Nunca he pretendido volver con él. Te lo juro. Puedes estar tranquilo.
- No es por mí. Es por él. Bien está sufrir por amor, pero dos veces por la misma persona no tiene razón de ser. La gente no cambia.
- No. Desde luego que no. Lo entiendo. Yo también le quiero, pero no como crees. Lo último que haría sería acercarme a él de esa manera.
Ángel le sonrió y, por fin, soltó los platos.
- Bueno, ahora que hemos dejado claro este punto, podemos poner la mesa, ¿no?

- Bueno, ¿qué tal la primera noche? ¿Estás bien?
Ángel estaba tumbado sobre la cama con sólo un bóxer de algodón. Fede se sentó dándole la espalda y se agachó para desatarse las playeras.
- Bien, ¿no? Noche tranquila, distendida.
- Si.
- ¿Esperabas otra cosa? –Fede se tumbó en diagonal, apoyando la cabeza en un muslo larguísimo- No teníamos por qué montar ningún numerito. Ya somos mayorcitos, y Edu es un amigo más.
Ángel estiró un brazo hacía él, pero no llegaba. Dejó la mano apoyada en la ingle y movió un dedo como si jugueteara con la nariz de Fede.
- Sé que no es un amigo más, pero no me importa. Y también sé que todavía le quieres.
- Ángel, te quiero a ti.
- Y yo a ti.
- Pues no hay más de qué hablar, cariño. A él le quise, a ti te quiero. Si tuvieras que preocuparte por toda la gente a la que he querido me habrías dejado ya hace mucho.
Fede se levantó y se desnudó. Cuando se tumbó al lado de Ángel, era evidente la excitación de éste.
- Mmh... me gusta ésto –dijo Fede, acariciándole la polla por encima del bóxer. En un movimiento rápido, Ángel se echó sobre él y empezó a besarle el cuello.
- Mira cómo me pongo sólo con ver cómo te desnudas, cabrón.
Se besaron largo rato. Acariciaron y besaron sus cuerpos enteros, pero no hicieron el amor. Finalmente, Fede apoyó la cabeza en el pecho de Ángel y lloró mientras jugaba con su vello. Ángel no se dio cuenta, pensó que era sudor, pero si hubiera sabido que Fede lloraba, no habría sentido más ternura por él que sin saberlo.
- ¿Sabes qué es lo que me pasa contigo?
- Que te pongo –respondió Ángel, haciendo que su polla, aún dura, saltara frente a la cara de su chico. Fede rió entre hipos.
- Aparte de eso, so salido. Me pones, pero también confío en ti.
- Y tienes razones para hacerlo. Estoy hasta las trancas, enamorado como un colegial.
- Eso es precisamente lo que me pasa, que sé que no eres un colegial. Sé que me quieres, y que lo valoras en su justa medida. Y sé que los amores que he sentido por otros se irán perdiendo, o irán cambiando, para convertirse en amistad, en afecto, o en olvido. Pero sé que contigo lo que siento ahora morirá de viejo, el día en que me muera yo.
Estuvieron un rato callados. Tanto, que pensó que Ángel se había dormido, pero con aquella erección que no bajaba era evidente que no. Suave, lentamente, comenzó a masturbarle. Ángel suspiró.
- Me encanta lo romanticón que eres. Después de decirme que me quieres con una frase de melodrama en blanco y negro, me haces una paja...
Fede rió y le dio un lametón en un pezón, lo que le pillaba más cerca sin tener que mover la cabeza.
Cerró los ojos para notar a Ángel: su respiración cada vez más agitada, sus latidos acelerándose, sus gemidos, más discretos de lo normal. Cuando sintió en su pecho el primer chorro de semen, tan sólo tres o cuatro minutos después, pensó que no se merecía tanta felicidad.
- Nos veo haciendo esto mismo dentro de cincuenta años –Fede se rió a carcajadas.
- Cariño, si dentro de cincuenta años te sigues corriendo así, te presentaré en todos los programas de televisión.
- Estoy casi seguro de que será así. Pero no es el deseo lo que me importa ahora mismo. Ni tampoco dentro de cincuenta años.
Sin moverse ni un centímetro, Fede dejó que todo el cuerpo de su amante se relajara, esperando que se durmiera antes que él, como siempre, pero Ángel le estaba acariciando la cabeza, suavemente, y aquello le relajaba tanto que, finalmente, se quedó dormido antes que él.
Soñó que era una mujer embarazada, que tenía dos hijos a los que acompañaba al colegio, que daba a luz con facilidad, agarrando fuertemente la mano de Ángel.
Despertó en la misma postura en que se había dormido. Pensó en contarle el sueño a su amigo el psicólogo, mientras escuchaba la profunda respiración de Ángel.
Tres minutos después, volvía a estar dormido.

Musicombres del 26 de Enero

Éstos no son divas, pero según lo que dicen, se lo tienen bastante creído! XD

Coldplay
"Clocks" (BPS Remix)

Lights go out and I can't be saved, tides that I tried to swim against
You've put me down upon my knees, oh I beg, I beg and plead (singing)
Come out of things unsaid, shoot an apple off my head (and a)
Trouble that can't be named, tigers waiting to be tamed (singing)
You are, you are

Confusion never stops, closing walls and ticking clocks (gonna)
Come back and take you home, I could not stop, that you now know (singing)
Come out upon my seas, curse missed opportunities (am I)
A part of the cure, or am I part of the disease (singing)
You are, you are

(Sólo video:)
You are [x6]
And nothing else compares
Oh no nothing else compares
And nothing else compares

You are [continues in background]
Home, home, where I wanted to go [x4]


Algunos remixes, lo reconozco, salen baratos... Pero me siguen encantando las remezclas, qué coñe.
Y ésta, la versión para sofá:

Coldplay
"Clocks" (Single Version)


Éstos de cold tienen poco:

sábado, 24 de enero de 2009

Sense and simplicity

Lo que hay que ver, oyes, con éstos ojos que ha de arrancar algún psicópata. Éstos antes vendían televisores... Si es que la ciencia avanza que es una barbaridá!

Frrrío

Pa que luego digan que en Madrid no hace rasca.
Éste es Klimmito, el domingo pasado, que nos fuimos a dar una vuelta para ver a las famosas vacas.


Evidentemente, el cacharro estaba roto. Pero en Madrid hace frío, leñe.

No, no voy a poner fotos de las vacas. Salid a dar un paseo, hombreyá.

De amor y sexo (y otras sandeces), 4

PAREJAS, 1: EL TIEMPO PERDIDO (2ª Parte)

Durante esos días, Fede intentó no darle importancia al hormigueo que sentía en el estómago al pensar en su nuevo amigo. Aquella noche, una vez sentado en su sofá y rememorando la conversación, se había visto a sí mismo demasiado lanzado y adulador para su gusto. Esperaba no haberle dado a Edu una impresión errónea.
Edu, por su parte, había recorrido, completamente consciente de lo que hacía, todos los sitios en donde alguna vez se había encontrado con Fede. Incluso empezó a comprar los briks de leche de uno en uno sólo para tener que volver todos los días al DIA. Y al fin lo logró.
Estaba sentado en una cafetería, con su cruasán a la plancha esperándole, cuando Fede se plantó frente a él, apoyándose en la silla libre, con su sempiterna media sonrisa.
- Somos un poco tontos, ¿no? –Edu también sonrió.
- ¿Por qué?
- Joder, vivimos a cinco minutos el uno del otro. Nos encontramos en todas partes... ¿y tenemos que “quedar” para un café?
Tiró de la silla y se sentó, sin ocurrírsele preguntar si podía o no. Pidió lo mismo y, mientras comían, conversaron, sobre cualquier tema que se les pasaba por la cabeza. Se sentían los dos tan cómodos, que no se dieron cuenta de la hora que era hasta que a su alrededor comenzaron a servir comidas. Fede sonrió:
- Estos son los sábados que me gustan. Buenos ratos pasados con un buen conversador. Siento como si realmente hiciera algo importante con mi tiempo libre.
- Bueno, nos vemos mañana por la tarde, ¿no?
Al día siguiente, al continuar con la conversación, a los dos les pareció que era como si no la hubieran interrumpido en ningún momento. Se seguían sintiendo igual de cómodos. Estuvieron hablando durante horas y horas, riendo, o contándose sus traumas laborales, sentimentales, vecinales. Incluso alguno de esos temas tan íntimos que crees que nunca se lo contarás a nadie, ni siquiera a tu mejor amigo. En algún momento de la noche, no supieron cómo, se encontraron pegados el uno al otro en el sofá del café, tan cerca sus caras que el paso siguiente les pareció el natural. Sólo unos centímetros más.
Fue tan suave, tan cálido, tan perfecto, que ambos desearon seguir besándose durante toda la noche. Sus manos acariciaron al otro, por primera vez en mucho tiempo, con verdadero deseo. Se fundieron de tal modo que al separar sus labios se sintieron imantados. Se miraron un momento a los ojos, quién sabe si unos segundos o unas horas, y se volvieron a besar.
Más tarde, ya en casa de Edu, y ambos desnudos, volvieron a besarse durante una eternidad muy corta. Era evidente la excitación de ambos. Cuando Fede comenzó a besar el cuello y el pecho de su acompañante, éste se separó un poco.
- No quiero...
Fede chistó y le puso en dedo en los labios.
- Tranquilo, sólo quiero acariciarte, tocarte.
Y lo hizo, esta vez realmente durante horas. Nada sexual. Recorrieron todo el cuerpo del otro con las manos, los labios, con su cuerpo entero, pero en ningún momento sus sexos jugaron un papel importante. De cualquier forma, fue todo tan sensual, tan erótico, tan tierno y cálido, que Edu tuvo que parar varias veces para evitar correrse.
Se quedaron dormidos al amanecer, con sus cuerpos perfectamente ensamblados.
Cuando Fede abrió los ojos pensó que aún seguía soñando y que el grupo de ángeles que habían estado haciéndole el amor durante sus sueños finalmente conseguirían que se corriera. Pero no: era Edu.
- Dios, ¡para, para! ¡me voy a...!
Gimió. Gritó casi, intentando apartar la cabeza de Edu con ambas manos, pero el orgasmo que estaba teniendo le dejó sin fuerzas ni control.
Edu, incluso estando sobre aviso, se sorprendió cuando el líquido de Fede comenzó a llenar su boca. Chorro tras chorro, diligentemente, tragó hasta la última gota. La primera vez en su vida que notaba aquel sabor acre. Sintió que era lo más bonito que había hecho jamás en una cama; había esperado que le diera asco, que le revolviera el cuerpo, pero no: le supo a gloria.
Se incorporó, abrazando a Fede, que respiraba desacompasadamente, y le besó. Fede notó en la lengua su propio sabor. Cogió a Edu de las sienes y le separó de sí, con fuerza esta vez.
- Nunca debes hacer esto con nadie, ¿me entiendes? ¡Nunca!
Edu le miró fijamente y se sintió como un cachorrillo que se ha hecho pis en una zapatilla nueva. Pero sonrió.
- Si tengo suerte, nunca tendré que hacérselo a ningún otro...
Fede pensó que no se estaba confundiendo en nada, y volvió a besarle.

Varios meses después, Fede seguía pensando que no se había equivocado con Edu. Además de evidentemente bello en lo físico, Edu era inteligente, tierno, educado, detallista, cariñoso. Y lo que resultaba más hermoso aún: se estaba abriendo como una flor, mostrando unos colores tan vivos y unos olores tan suaves y embriagadores que brillaba allá donde estuviera.
Al principio le había encantado la timidez del muchacho. Era tan dulce. Ahora estaba perdiendo esa timidez para convertirse en una continua sonrisa, en esa llamativa flor que todos admiraban y que él estaba orgulloso de estar abonando con su amor, a estas alturas ya incondicional, rendido a la personalidad escondida de Edu.
En ocasiones se sorprendía a sí mismo observando a su novio: desde su práctica y rápida manera de cocinar y mantener limpia la cocina, hasta la elástica y sudorosa forma de ejercitar su cuerpo en el salón. Sus afeitados, con los que conseguía que su cara quedara tan suave como si siempre hubiera sido imberbe. La forma en que se iba tumbando en el sofá para ver la tele, dejando que poco a poco su cuerpo se escurriera hasta terminar, indefectiblemente, con la cabeza apoyada en sus piernas o su vientre. Su pelo negro y brillante, deslizándose entre sus dedos mientras Edu se iba quedando dormido. Los andares de niño pequeño cuando finalmente, amodorrado, se iba a la cama empujado por él.
Algunas noches no se dormía, sólo para poder seguir observándole: el lento ritmo de su pecho, la suave pelusa que cubría su tórax. Se acercaba a él y le olía, le acariciaba. Se extasiaba.
Edu no era consciente de lo que Fede producía a sus sentidos. Sólo sabía que le adoraba; estaba profundamente enamorado de él. También agradecido, pues sabía que estaba cambiando y creciendo gracias a ese amor.
Cuando Edu observaba a Fede no lo hacía de una manera tan sensual y milimétrica. Veía al hombre, todo un conjunto que le hacía estremecerse en ocasiones, excitarse otras, echarse a llorar algunas. Intentaba que Fede no le viera en esos momentos, pero a veces le pillaban de improviso: comiendo en la mesa de la cocina, en la cama, en el cine. Las primeras veces Fede se preocupó, le hizo preguntas y más preguntas, pero él sólo podía responder: “porque te quiero”, “porque soy la persona más feliz del mundo”. Fede entonces le abrazaba, le besaba las manos, los labios, los ojos. Y alguna vez, también lloraba.
Por fin empezó a tener trabajos que le gustaban. Se olvidó de la pasarela: ya no le apetecían los viajes, la esclavitud de los modistos, tanto estrés en tan poco tiempo. Sin embargo, su cara y su cuerpo se veían en todo el país en grandes paneles publicitarios, marquesinas, y anuncios de televisión: yogures, colonias, coches, productos de belleza masculina. Folletos y campañas de buenas marcas de diseño y grandes cadenas. Por fin, un nombre, y dinero.
Se mudó a la gigantesca buhardilla de Fede, donde ambos dieron rienda suelta a su gusto común, la fotografía, arreglando el desván, donde hacían exposiciones para los amigos, y pasaban horas revelando y retocando negativos. En alguno de sus viajes de trabajo Fede pudo acompañarle, y ya iban teniendo una buena colección de instantáneas que reflejaban los entresijos del mundo de la publicidad y los modelos.
Entretanto, Fede escribía y escribía. Cientos de artículos para varios periódicos y revistas. Su lucidez y humor, multiplicados desde que conociera a Edu, no pasaron desapercibidos. Consiguió firmar un artículo diario en un periódico de mayor tirada, y colaboraciones en dos programas de radio de audiencia nacional y en uno de televisión presentado por una hemofílica de pro, que hizo que su cara fuera más conocida, incluso, que la de su novio. Aunque su primera novela había sido un relativo fracaso, su editor, con sólo quince páginas de pretratamiento, auguró ventas millonarias para la segunda.
En poco menos de un año, ambos estaba inmersos en una vorágine laboral para la que no sabían de dónde sacaban el tiempo y que, en muchas ocasiones, les hacía llegar a casa exhaustos, con las horas de sueño descompensadas, listos para un buen masaje, un largo baño relajante, y todo lo que les dejaran dormir. Pero, a pesar del poco tiempo libre, del cansancio, tanto físico como mental, seguían haciendo el amor como aquellas primeras veces, entregándose al otro durante horas, descubriendo cada vez un centímetro nuevo en el otro cuerpo, una nueva forma de hacer disfrutar al otro. Eran la envidia del mundillo y ni siquiera nadie acertaba a imaginar lo que pasaba en su cama, en su sofá... en su coche, en los hoteles, en los camerinos. Ni siquiera ellos mismos pensaban que, en un baremo de cualquier sexólogo entre el uno y el diez, ellos tendrían un trece.
- Andaaa, por favor –maullaba Edu.
- Joer, qué pesao eres, niño.
- ¡Quiero bailar, quiero bailar, quiero bailar! –berreó esta vez, mientras movía todo su cuerpo al ritmo de la música de un anuncio de cerveza.
A Fede le ponía berraco ver bailar a su novio. Ver cómo la camiseta y el pelo se le iban pegando a la piel. Notar cómo los hombres a su alrededor le deseaban, se pegaban a él intentando ligar mientras Edu sudaba a mares, obviando completamente cualquier insinuación de nadie que no fuera él. Le ponía animal la energía sexual que dos horas de baile le daban a su chico, pensar en el polvazo que echarían al volver a casa, con un Edu completamente desatado que le pedía a gritos que se corriera dentro de él y que, tras conseguirlo, le ponía mirando a Cuenca, ensartándole con la polla más dura y enérgica que pudiera imaginar.
Sólo de pensarlo se estaba poniendo cachondo.
- Anda, venga. Dúchate, que hueles a choto.
- Ni que fuera a terminar oliendo a otra cosa...
Edu se acercó dando saltitos hasta él y le estampó un sonoro y húmedo beso en los labios. Ronroneó y le miró lascivo cuando al meterle mano notó su erección. Le bajó los pantaloncillos y le mamó el capullo durante unos minutos.
- Ummm, esta noche voy a hacer maravillas con esto.
Y se fue corriendo a la ducha.
- ¡Hijo de puta! ¡Siempre me dejas igual!
- ¡Mejor! –respondió Edu a gritos-. ¡Más lefa para luego!
Como siempre, un rechazo ya inevitable se instaló en el estómago de Fede en cuanto entraron en la discoteca. Saludaron a algunos conocidos, estuvieron unos minutos hablando con un amigo común. Después, ambos fueron a la pista y bailaron juntos durante un rato, hasta que la aglomeración de cuerpos pudo con él y se retiró a una mesa, a observar a su bailarín privado expresándose en público. En realidad, ya no se aburría como antes, ni le jodían tanto todos los hombres que le entraban, babeantes, con la sana intención de echar un polvo con un famosote de la tele. Les enseñaba su anillo, sonriente, y les decía con una sonrisa inmensa e infantil: “lo siento, soy fiel”. Lo cual en la mayoría de los casos les hacía babear aún más. Pero ahora Fede incluso aprovechaba aquellas noches, toda aquella gente hablando y actuando desinhibida, para observarles atentamente y escribir divertidos artículos para la revista gay en la que colaboraba.
Su chico, sin embargo, se encontraba cada vez más en su salsa. Le encantaba bailar. Siempre decía que si sus padres le hubieran dejado, sería bailarín clásico. Pero no sólo era el baile. Edu se sentía por fin cómodo con su sexualidad. Había perdido miedos y vergüenzas. Su timidez se había transformado en una deliciosa concienciación de sí mismo, que le hacía tan atractivo y morboso como inabordable. Ya sólo se ruborizaba cuando su novio le decía lo hermoso que era.
En cuanto al flirteo y los ligues, se habían convertido en un juego para él, que sólo servía para infundirle aún más seguridad en sí mismo y en el amor que sentía por Fede.

- No, cariño. Esta noche no. En serio que no puedo. Estoy derrotado.
- Joder, Fede, hace dos semanas que no salimos.
- Hace dos semanas que no salimos a bailar, al ambiente. Hemos hecho otras cosas, Edu, y me muero de sueño precisamente por tanta salida. No vuelvo a una fiesta en un mes.
- ¡Pero si mañana es domingo! Te prometo que te dejo dormir lo que quieras.
- ¡Que no, coño, que no!
Silencio. Muy raras veces Fede levantaba la voz. Mucho menos incluyendo un coño. A pesar de todo, Edu insistió, esta vez por donde sabía que podía hipnotizarle. Se levantó, se puso de pie tras la silla de Fede, y le abrazó el pecho, susurrándole:
- Cuando volvamos te la voy a mamar como si fuera mi última vez en este mundo.
Sus manos pellizcaron los pezones de Fede, bajaron por su tórax, una de ellas se metió por la cinturilla del chándal. Con la otra notó cómo el corazón de Fede empezaba a acelerarse. Fede se quejó como un niño se queja a su madre.
- Jo, Edu, no puedo con mi alma. Hemos salido toda la semana menos el martes. ¡Necesito dormir!
- Pero hemos salido por trabajo, joder. Quiero bailar y divertirme.
- Pues yo no –zanjó Fede, poniéndose de pie de repente-. Si quieres vete tú, pero yo me quedo.
- ¡Fede! –Edu estaba realmente sorprendido- ¿Yo solo? ¿Cómo voy a salir yo solo?
- Pues andando, cariño. Te duchas, te vistes, y andas.
- Fede...
Edu se había quedado de pie detrás de la silla, con la boca abierta y la barbilla colgando. Miraba a Fede como si le hubiera dicho que se fuera a vivir a otro sitio y Fede se dio cuenta de que su chico estaba a punto de tener un ataque de algo. Se acercó a él y le abrazó por la cintura, besando su nuca y acunándole lentamente; apoyó la cara en uno de sus hombros.
- Puedes hacer cosas solo, Edu. No pasa nada. No podemos hacerlo todo juntos siempre, cariño.
- Pero Fede, yo no voy a ir solo a un antro de ésos.
- ¿Por qué no? No necesitas guardaespaldas para bailar, y seguro que te encuentras con algún conocido.
- ¿Te fías de mí?
Fede le dio la vuelta tirando de una de sus caderas.
- ¿Hay motivo para que no confíe en ti?
- ¡Pues claro que no!
- Pues entonces para qué preguntas.
Edu parecía más confuso que otra cosa.
- No lo sé. Nunca he ido al ambiente sin ti.
- Chiquitín, no es el Lado Oscuro –dijo Fede, sonriendo-, no pasa nada. Además, cuando vuelvas estaré descansado, dormidito, y podrás hacer conmigo lo que quieras...
Edu sonrió por fin.
- ¿Estás seguro?
En lugar de responderle, Fede le besó, tierno, acariciando su espalda, mordiendo sus labios suavemente. Como siempre que le besaba así, Edu sintió que se le iba la cabeza y perdía el equilibrio, y se abrazó aún más fuerte.
- No te acostumbres a esto de dejarme salir solo, ¿eh? Me gusta salir contigo.
- La próxima vez, lo prometo.
- Muchas gracias, amor.
- Ya me las darás cuando vuelvas.
Le empujó hacia el cuarto de baño palmoteándole el trasero.

- Vamos, cari. No quiero ir solo otra vez.
- Me duele un montón la cabeza, ¿cómo quieres que me meta en una discoteca? A ver, ¿dónde vas?
- A Ohm...
- Pff, ¿ves? No soportaría ni diez minutos.
- Joder, Fede, ¡pues diez minutos! Serán diez minutos que pasas conmigo. Ya nunca sales conmigo. La gente empieza a pensar...
- Pues que piensen, cariño. Nosotros sabemos lo que hay, ¿no?
Edu no insistió. Sabía que aquello podía acabar muy bien en una discusión y no quería. Pero estaba harto de dejarlo ahí.
- ¿Te pasa algo? ¿Por qué no quieres salir?
Fede puso los ojos en blanco y suspiró, resignado.
- Te he dicho mil veces que odio el ambiente. No lo soporto, con toda esa gente ejerciendo de moderna y drogándose y oliendo a hormonas desatadas. No lo soporto.
- Joder, pero tú vienes conmigo, y vamos a bailar, sin fijarnos en lo que pasa alrededor.
- Y si es así, ¿Por qué tiene que ser a una disco gay? ¿Por qué no vas a una cualquiera?
- Todos nuestros amigos están allí, y en una disco cualquiera me sentiría cohibido.
- Cariño, así siempre te sentirás cohibido. Tienes que acostumbrarte a que los heteros te observen, incluso a que te insulten si quieren. Si te escondes siempre en un ghetto, nunca vas a tener una vida completa, nunca podrás hacer cosas que el resto del mundo hace.
- Qué chorrada. A ver, ¿qué tipo de cosas?
- Pues, por ejemplo, ir a bailar donde te salga de los huevos -las cejas alzadas.
- Cariño, ya voy a donde me sale de los huevos -los brazos en jarras, el morro fruncido.
- Pues cielo, igual te puedo decir: a mí no me sale de los huevos ir.
A pesar de ponerle cara de resignación, Edu se dio cuenta de que por fin le estaban dando unas ganas tremendas de discutir con su novio.
- Fede, ya no quieres hacer nada conmigo. Me jode mucho.
- Eso no es cierto. Seguimos saliendo con nuestros amigos, haciendo cosas que nos gustan a los dos.
- Joder, pero de vez en cuándo hay que hacer otras cosas.
Fede se estaba calentando también. El dolor de cabeza iba en aumento.
- Cuando empezamos, odiabas el ambiente gay. Incluso te daba asco. No entiendo qué ha cambiado.
- Cuando empezamos yo estaba solo, por eso lo odiaba, porque tenía que ir solo a todas partes, porque me daba la impresión de que iba de buscona. Eso sí que era asqueroso. Pero ahora me divierte, Fede. Bailo, me río, me olvido...
- Ya, pero tiene que ser en Chueca.
- ¡Si, joder, si! –gritó, al fin, Edu-. ¡Somos gays!
- Edu, antes que gay yo soy muchas otras cosas: soy un hombre, soy hijo y hermano y nieto, soy amigo, periodista, escritor. Soy blanco, español, europeo, mediterráneo. Soy amante. Y soy muchas otras cosas más importantes. No voy a dejar que mi vida esté marcada, dirigida, por ese hecho.
- Y yo tampoco quiero eso. Pero no me negarás que no podemos comportarnos igual en cualquier sitio al que vayamos.
- ¿Por qué no? ¿Porque habrá gente que nos observará y criticará? Pues lo siento, pero tendrán que acostumbrarse. Y tú también.
- Joder, Fede. Yo no soy un cruzado de ninguna causa.
- Coño, yo tampoco. Sólo quiero ser una persona normal. Quiero poder ir contigo de la mano, besarte cuando quiera, bailar contigo en cualquier sitio.
- ¡Pero yo no puedo hacer eso!
- Porque no quieres.
- No, Fede, porque todavía no puedo. ¿Es que no lo entiendes?
- Sinceramente, no. Llevas suficiente tiempo conmigo como para no temer nada.
- ¡Pero es muy egoísta! Me estás exigiendo que haga algo que no quiero hacer cuando tú no eres capaz de hacer lo mismo por mí.
- Edu, lo he estado haciendo durante dos años. Y nunca me ha gustado. Lo he hecho por ti. Creo que va siento hora de que tú hagas lo mismo.
Edu frunció los labios. Le tembló la barbilla. Estaba realmente cabreado. Fede sabía que se había pasado, pero intentó dar por zanjada la discusión repantingándose en el sofá y encendiendo la tele.
- Es muy egoísta, Fede, muy egoísta.
Fede se mordió un labio y cerró los ojos. Subió el volumen de Dónde Estás Corazón, y respondió sin mirarle:
- Crece de una vez, Edu. Crece.
A los veinte minutos, oyó un portazo tremendo. Abrazó un cojín sobre su pecho y sin darse cuenta, lo mordió.
Cuando Edu volvió –eran sólo las dos, y Fede se había acostado sólo hacía veinte minutos-, se tiró sobre él en la cama, con toda la ropa aún puesta y le abrazó. Entre beso y beso susurraba un “te quiero”, un “perdóname”. Fede se dio la vuelta y, aunque la boca le sabía a rayos entre alcohol y tabaco, le besó con tanto cariño que Edu pensó que se diluiría como Amelie en Les Deux Moulins.
- Perdóname tú a mí, cariño. Soy muy egoísta.
- No, no, yo lo soy. Sé lo que has tenido que aguantar conmigo.
- Edu, aguantaré cualquier cosa contigo y por ti. Te amo.
A Edu le sonó extrañísimo un “te amo” en castellano, fuera de una película, pero qué coño importaba eso.
- Te amo.
Hicieron el amor como nunca lo habían hecho con nadie. Después de dos años de disfrutar de un sexo apasionado y pleno, ambos sintieron tanta ternura por el otro que desearon que la noche no acabara nunca, que todas las discusiones fueran como aquella.

- ¡Cari! –gritó, tras colgar el teléfono en la cocina-. He quedado con Juanan y Tachi. ¿Te vienes?
Ya sabía que Fede le diría que no, pero de entrada, le sorprendió:
- No sé. ¿Dónde vais?
No supo si decirle la verdad o no. Prefirió no meter la pata. Habló despacio:
- Pues no lo sé exactamente. Juanan dice que es una fiesta leather...
Fede le miró desde el sofá con una ceja en la nuca.
- ¿Leather? ¿Quieres decir... leather?
Esa interrogación había terminado con una nota varias octavas por encima de lo normal. Edu no tuvo más remedio que soltar una carcajada.
- ¡Si, leather-leather! De esas de pinzas en los pezones y arneses y collares de castigo –Siguió riendo mientras Fede se levantaba y se acercaba a él.
- A mí no me hace ninguna gracia. Y por supuesto, no voy a ir. Y tú tampoco deberías ir –Le abrazó y miró fijamente a sus ojos.
- ¡Fede! ¡Vamos a divertirnos! Nunca he ido a nada parecido. Seguro que nos reímos.
- Cariño, ¿sabes lo pasados que terminan todos en esas sesiones?
Otra carcajada.
- Vamos, cari, vente. Ni siquiera se nos acercarán. Fíjate en los que vamos... Tres reinonas soltando pluma entre copa y copa. ¡Terminarán echándonos por herir su sensibilidad!
Fede sonrió, imaginando la escena, pero realmente no le hacía ninguna gracia.
- Bueno, escúchame bien. No se te ocurra meterte nada, ¿de acuerdo? No te quiero colgado en un sitio en el que a los que están colgados les dan por culo en grupo y sin condón, ¿vale?
- Niño, sabes que nunca me meto nada. Sólo mi par de Caciques y ya está.
- Vale, pues que no sea la primera vez.
Edu seguía con ganas de reírse. Miró a Fede desde dos medias lunas de maldad.
- Para todo tiene que haber una primera vez, ¿no?
- Oye, cabrón, ni se te pase por... –Fede intuyó algo en la sonrisilla malévola de su novio- ¡Ah, ya te veo! ¡Tú lo que quieres es que yo vaya y no sabes cómo convencerme!
La sonrisa de Edu se ensanchó medio metro, mostrando unos caninos perfectos para un lobo.
- Anda, vente... -ronroneó-. Sólo vamos un rato. En cuanto veamos que un tío se despelota probablemente saldremos corriendo.
- Lo que te gusta una juerga –Le besó en la punta de la nariz, aún sin deshacer el abrazo-. Pero no cuela. No vuelvo a meterme en una de esas ni de coña.
- ¡Ah! ¡O sea, que no sería la primera! ¡Serás zorrón! –Ahora reían los dos, mientras Edu intentaba darle unos cachetes en el trasero-. ¿Pero con quién me voy a casar? ¡Qué escándalo!
- Bueno, bueno, si ya te lo conté. Es cierto que tuve mi etapa guarra en que me follaba todo lo que se movía, pero eso fue hace mucho. En realidad te vas a casar con un ancianito.
- Hmm, un daddy morboso y guapísimo... con esas canitas que te están saliendo en el pecho.
- Ya sabes lo que hay.
Se dieron un corto silencio para mirarse, simplemente, el uno al otro.
- ¿Sabes? A veces me da envidia no haber vivido todo lo que tú has vivido. Es como si estuviera estudiando una carrera sin haber hecho el Bachillerato.
- Cariño, no te has perdido nada. Además, tú viviste también lo tuyo.
- Sí, sí que me lo he perdido. Pero no me importa. Lo estoy recuperando todo contigo.
Más tarde, mientras revisaba de nuevo “Philadelphia” en el dvd, recordó aquella última orgía en que se había visto inmerso por culpa del alcohol y cuatro rayas demasiado rápidas. Se había tragado encantado las corridas de tres hombres diferentes. Uno de ellos se convirtió, meses después, en uno de los malditos, un intocable, un apestado: seropositivo. Mediados de los ochenta; aquello todavía era considerado un cáncer gay. Fede había pasado las peores semanas de su vida, esperando los resultados de las tres pruebas diferentes que se hizo. Por mucho que el segundo médico trató de consolarle, lloró aterrorizado cuando le dijo que esa segunda prueba había resultado positiva. Le dijo que las pruebas fallaban a veces, que le harían otro análisis diferente, que tenían que hacerle otra prueba que se llamaba nada menos que "Elena"... pero durante las dos semanas que tuvo que esperar, lloró todas y cada una de las noches. Volvió a llorar de nuevo, esta vez abrazando a aquel médico al que sólo había visto una vez, cuando éste le confirmó que estaba sano como una rosa.
Los siguientes seis meses los pasó enclaustrado, repitiendo el análisis otras tantas veces y esperando cada vez, con el corazón encogido, un nuevo desenlace, mortal de necesidad. Fue incapaz de pensar en sexo durante una larga temporada, y lo único que podía hacer era masturbarse en la ducha para deshacerse cuanto antes de aquel líquido radioactivo, letal.
Nunca volvió a hacer nada sin condones de por medio. Al menos, hasta que conoció a Edu.

Se despertó a las seis y pico de la mañana con unas ganas tremendas de mear. Al volver a la cama se tumbó casi sobre Edu, pasándole una pierna por encima, un brazo, medio cuerpo. Edu roncaba como nunca le había oído hacerlo. Sonrió y le besó en el cuello. Sintió el humo del tabaco pegado en su pelo, y un vaho alcohólico con cada ronquido.
Y algo más.
Tardó en reconocerlo porque hacía mucho tiempo que no lo olía: popper.
Le sorprendió tanto que sólo pudo pensar que se equivocaba, que debía ser otra cosa, pero ese olor era único y tan característico. Indiscutible. Zarandeó a su novio.
- Edu... Edu, despierta.
Edu gruñó y se removió para quitarse todo aquel peso de encima, pero no se despertó. Fede se incorporó y se sentó en la cama. Le observó unos minutos, sin pensar realmente en nada. Luego, casi inconscientemente, se agachó y, pegando la nariz a su cuerpo, le olisqueó. Se sintió como una madre que hurga los secretos que su hijo guarda bajo llave en el mueble de su cuarto. Igual de culpable, con la misma irritación que cuando esa madre encuentra las revistas porno y el paquete de tabaco de su hijo.
Aún más evidente y reconocible que el popper: el olor del semen de Edu.
No podía llevarse las revistas y el tabaco para que su “hijo” se sintiera fatal al abrir el cajón más tarde, así que se tumbó dándole la espalda y se quedó mirando a la ventana el resto de la mañana, viendo cómo amanecía, cómo los primeros rayos del sol recorrían la habitación, entrando a través de una rendija de dos centímetros de la persiana. No se dio cuenta de que las lágrimas se le caían solas hasta que movió la cabeza y apoyó la cara en la húmeda mancha que estaban dejando en la almohada.
Cuando se levantó, desesperado, a las diez de la mañana, Edu roncaba.

- Uff, qué dolor de cabeza... ¿Hay paracetamol, o algo?
- Si. En el cajón.
Edu echó una pastilla efervescente en medio vaso de agua y se sentó en la mesita de la cocina a ver, concentrado, cómo la pastilla se deshacía en burbujas a cámara lenta.
- ¿Qué pasa? ¿Bebiste más de la cuenta?
- Qué va. Pero no tenían Cacique y tuve que tomar DYC. Supongo que será por eso.
Se bebió el medio vaso de un trago y torció la boca por el sabor. Probó el zumo de naranja que le había preparado Fede y se lo agradeció acariciándole un muslo.
- Cielo, algo tomarías para estar así. Un par de DYCs tampoco sienta tan mal.
- Bueno... –Edu miró a su novio desde detrás del vaso de zumo, con mirada de tener cinco años y haber roto el jarrón favorito de mamá-. La verdad es que no bebí más que el par de cubatas de siempre, pero Tachi llevaba... eso que huele tan fuerte...
- ¿Poppers? – Se le escapó demasiado rápido, pero Edu estaba demasiado perjudicado para pensar.
- Si, poppers. Uff, no los había probado nunca... ¡y menuda gilipollez! Jamás había visto un subidón que venga y se vaya igual de rápido. Eso sí, se me puso la porra como una piedra ella solita.
Se vio como un niño. Fede quería preguntarle, quería más bien acusarle, pero esperó; no quería darle a Edu ninguna impresión, de ningún tipo.
- Juanan se perdió en cuanto entramos, pero luego nos lo encontramos en una salita. Estaba en bolas, el cabrón, tumbado en un banco de madera, y había tres tíos follando con él. Me puso tan cachondo verle... –Su cara, tan expresiva como siempre, reflejaba entre incredulidad y culpa.
- ¿Follaste con él? –preguntó Fede, como sin darle importancia.
- ¡Fede! ¿Qué dices?
- Bueno, el popper te pone bastante...
- ¡Qué cabrón eres! ¿Cómo puedes pensar...? –De pronto Edu abrió mucho los ojos- ¿Tú lo harías?
- Por supuesto que no. Bueno, si hubiera ido contigo probablemente sí lo habría hecho.
- Pues eso me pasó a mí. Juanan se parece tanto a ti, que empecé a imaginarte ahí, metido en medio de la orgía... Creo que el maldito popper sí que me hizo perder un poco el control, porque cuando quise darme cuenta me estaba pajeando en su jeta.
- ¿Tú solo?
- Bueno, Tachi también, pero creo que nadie reparó en nosotros. Estábamos allí en plan espectador.
- Qué morbete.
Fede sonrió. Creía todo lo que Edu le estaba contando, no sólo porque quería creerle, sino porque creía conocerle. Y lo más importante, su corazón se relajaba por fin.
- Pues si. La verdad es que fue muy morboso.
- ¿Y no te apeteció hacer nada más?
- ¡Claro que no! Sería incapaz de hacer nada sin ti.
- Pero si yo hubiera estado contigo...
- Fede, ¿qué te pasa? ¿crees que hice algo?
- No, no, qué va, cariño. Sólo que es un tema del que no hemos hablado nunca. Sólo es curiosidad.
- Pues me molesta. Parece que sospechas de mí, y no tienes ningún motivo. ¡Sólo me hice una paja, por Dios! –Edu se sujetó la cabeza como si le pesara tres quintales.
- Vale, si lo sé... Es que yo también me la hice –mintió Fede- por lo mismo que tú. Estaba en la cama, y empecé a imaginarte en la fiesta... atado en un arnés, con varios tíos haciéndote de todo... me puse muy cachondo.
- ¿Te puso cachondo imaginar que me violaban? –Edu parecía escandalizado.
- Bueno, lo mismo que te pasó a ti, ¿no? –Fede sonrió con media cara-. Cariño, no es más que fantasía.
- Uff, ¡pero muy morbosa! Aunque hablándolo ahora me parece más enfermizo que otra cosa...
- Anda, guarro, vamos a ducharnos.
- ¿Juntos? –Edu sonrió.
- Juntos. Vamos a fantasear un poco.
Mientras Fede le enjabonaba todo el cuerpo, Edu se iba empalmando. Fede se arrodilló frente a él en la bañera y comenzó a masturbar su polla morcillona.
- ¿Te gustaría... no sé, que nos estuvieran mirando, por ejemplo?
- Hmm... –ronroneó Edu-, otro morbete.
- A lo mejor te gustaría hacer esto... ¿en una sauna?
- Hmm... si.
- Y que todos vieran cómo me das por culo...
- Joder, si.
- Incluso, a lo mejor, montarnos un trío.
Las palabras mágicas. Edu no respondió. Sólo gimió, pero su polla se puso como una roca en tres segundos entre las manos de Fede. Le limpió el jabón y, diligentemente, le hizo a su novio la mejor mamada que éste recordaba. Cuando Edu le pidió entre gemidos que se aparatara, Fede hizo un amago, pero dejó la boca abierta con el capullo de Edu sobre el labio inferior. Para haberse masturbado esa noche bajo los efectos del popper, la descarga le sorprendió, quizá porque era algo que habría hecho dos veces en la última década. Edu se tuvo que apoyar en la pared, se le iba la cabeza. Cuando Fede le sacó despacio el dedo que había mantenido metido en su culo todo el rato, sintió un vacío enorme y un deseo irreprimible de que su novio le volviera a meter el dedo.
- ¡Fóllame! –gritó, dándose la vuelta y apoyándose contra la pared- ¡Fóllame de una vez!
Fede le metió la polla de golpe, haciéndole gritar de nuevo. No le gustaba pensarlo, pero toda aquella conversación le había puesto muy cachondo. Edu reconoció la respiración y la forma de moverse de Fede, y le agarró con fuerza de los muslos para que no se separara.
- ¡Córrete! –berreó-, ¡córrete dentro!
No esperaba en absoluto la suavidad con que Fede se movía dentro de él. Esperaba un torrente de fuego, pero aquello era una delicia. Tan delicioso, que le pasó lo que nunca le había pasado en la vida: se corrió de nuevo, sin tocarse.
Sin dejar que Fede, que aún estaba empalmado, saliera de él, dejó caer hacia atrás todo su peso, quedando ambos arrodillados, clavado el uno en el otro.
- Dios, ¡te quiero! Te quiero, Fede.
Fede le abrazaba desde detrás, deseando sentir aquello para siempre, pero también que su novio recordara, en alguna posible noche de popper, que se había tragado su semen.
Le dolió tanto pensar aquello que estuvo a punto de echarse a llorar. Acomodó la barbilla sobre el hombro de Edu, notando cómo éste mantenía su erección presionándola con unos músculos que habían aprendido con él.
- Yo también te quiero. No sabes cómo te quiero –dijo, mientras comenzaba a mecer sus cuerpos al ritmo de los latidos de su corazón.
CONTINUARÁ...

41

No, 41 tíos no, 41 años.
Que desde hoy ya soy mayor, niños y niñas. Hale, ya podeis felicitarme y cantarme y tirarme de las orejas y REGALARME COSITAS.
Ah, cómo, ¿que no me regalais cositas? :( Bueno, jo, pues me las regalo yo...