El pequeño cuento del ánfora.

A veces no sabes si es mejor dejar que las cosas ocurran y observar cómo se desenvuelven por sí solas
o dar tu opinión y abrir, aunque sea sin querer, la Caja de Pandora.
Es sencillo: te quiero. Yo te quiero, a ti. Realmente te quiero.
Y según pase el tiempo, probablemente, te querré más,
porque así es lo que tiene que ser.
Y sin saberlo, diciéndolo, demostrándolo,
nos planteamos todas las dudas que nunca habíamos tenido,
nos obligamos a pensar en lo que nunca habíamos pensado,
nos hacemos dudar de lo que nunca habíamos dudado.
Y abrimos así nuestra caja de Pandora.
El ánfora que desearíamos no haber abierto nunca se desata,
y claudicamos al esparcimiento de los males que hasta ahora no habíamos conocido.
Pero te quiero,
y sé que me quieres.
Sé que aún queda, dentro del ánfora, la Esperanza:
la que nos hace creer que algún día estaremos completamente seguros,
y seremos capaces de decir todo lo que hay que decir,
y viviremos juntos en nuestra casa.
Y nos dará igual que el ánfora dejara escapar todos los males del mundo,
porque yo te querré,
y tú me querrás.