Qué buena Nochevieja he pasado.
De hecho, puedo decir tranquilamente que ha sido la mejor que he pasado desde hace bastantes años.
Durante tanto tiempo he abusado de ambiente gay y de salidas nocturnas, que llegó un momento en que me harté, sinceramente. Tanto me harté, que no piso el "ambiente" -o al menos, lo que yo considero tal- desde hace alrededor de 10 años. Podría decir que el comprarme mi casita me cambió la vida, que tuve una larga temporada en que no tenía dinero para gastarlo a lo tonto, que estaba muy cansado por el trabajo... Pero no, simplemente, no me apetecía salir como había salido siempre.
De modo que hace ya tiempo que me convertí en un mueble más de mis cafeterías favoritas -esas que yo no considero "ambiente"-. Incluso ha habido meses, durante esta temporada en el paro, en que iba todas las mañanas al Mamá Inés a escribir, y me pasaba allí 3 ó 4 horas diarias.
Bueno, me he ido bastante del tema.
El caso es que ya no salgo mucho, ni siquiera en Nochevieja, cuyas fiestas me parecen uno de los mayores timos existentes desde que el hombre es hombre. Además, aún recuerdo la última fiesta de Nochevieja a la que fui. Terminé tan sumamente mal que realmente no recuerdo la fiesta. Sí los primeros momentos: la llegada, los 40 minutos haciendo cola para dejar el abrigo, el calor insoportable que hacía en aquella sala ya nada más entrar, la media hora amontonado en una barra para conseguir una bebida... Me jodió y aburrió tanto la espera en aquella barra, que cuando llegué a ella allí me quedé durante al menos dos horas, en el rincón, saludando a todos los que llegaban, pidiendo una detrás de otra, emborrachándome bastante. Sí, claro que bailé, como un loco, aunque la música no me gustaba. Estábamos en plena explosión discotequera de la música electrónica y los raves en mega-salas, y la música era aburridísima, pero también hipnótica.
Cuando quise darme cuenta, tenía una borrachera de considerables dimensiones. Desde que salí a bailar, no recuerdo mucho más. Sólo aquella música que me embotaba pero me obligaba a bailar como un zombi enajenado.
Llegué a casa -parece ser- a las 10 de la mañana. Un amigo me dijo que habíamos desayunado en San Ginés -bueno, que ellos habían desayunado mientras yo dormía encima de un montón de abrigos-. Me pareció una locura que hubiéramos ido a San Ginés, pero le creí porque no me acordaba. También me dijo que había vomitado dos veces en la discoteca, y que me habían llevado arrastrando de allí a la chocolatería y de ella a mi casa.
El día 1 me lo zampé entero. Cuando mi madre consiguió hablar conmigo el día 2 me echó una bronca impresionante por no haber cogido el teléfono en todo el día. Ni siquiera tuve cabeza para inventarme alguna gilipollez: tenía tal dolor de cabeza y de estómago que no podía casi ni articular palabra... ¡después de haber dormido más de un día entero!
Ese día 2 de Enero -Sicilia, 1.922- fue el día en que decidí que se había acabado el alcohol para mí. Aún no me había comprado la casa, que parece ser el motivo principal de mi madurez, pero me di perfecta cuenta de que llevaba ya varios años pasándome de rosca. A lo mejor no me había dado cuenta hasta entonces porque nunca había tenido un delirium tremens...
Se acabó la "Refu" para mí, al igual que el "Strong", el "Rick's", el "Cruising"... todos los locales gays habidos y por haber -de baile, de copeo, de ligue, me daba igual- se convirtieron en tabú para mí. Y también Huertas, la zona por la que salía con mis amigos hetero. Y con esta decisión, también acabaron las salidas hasta las 7 de la mañana y, por supuesto, el alcohol.
Fue entonces cuando me di cuenta de lo peor que me podía pasar: salía de trabajar y me tenía que ir corriendo a casa para no tomarme con los compañeros el vino que solíamos tomar antes de irnos a cenar; llegaban las noches de viernes, de sábado, y me desesperaba con mis amigos tranquilos y decentes porque lo que hacíamos era irnos a casa de alguno a pasar el rato con juegos de mesa o con el karaoke y lo único que tomaba era Fanta.
Quizás suene exagerado, pero a veces llegaba a casa temblando, me iba corriendo a la cocina y me tomaba una copa del vino o el coñac que teníamos para cocinar.
Hola, Me llamo Rodrigo y soy alcohólico.De hecho, puedo decir tranquilamente que ha sido la mejor que he pasado desde hace bastantes años.
Durante tanto tiempo he abusado de ambiente gay y de salidas nocturnas, que llegó un momento en que me harté, sinceramente. Tanto me harté, que no piso el "ambiente" -o al menos, lo que yo considero tal- desde hace alrededor de 10 años. Podría decir que el comprarme mi casita me cambió la vida, que tuve una larga temporada en que no tenía dinero para gastarlo a lo tonto, que estaba muy cansado por el trabajo... Pero no, simplemente, no me apetecía salir como había salido siempre.
De modo que hace ya tiempo que me convertí en un mueble más de mis cafeterías favoritas -esas que yo no considero "ambiente"-. Incluso ha habido meses, durante esta temporada en el paro, en que iba todas las mañanas al Mamá Inés a escribir, y me pasaba allí 3 ó 4 horas diarias.
Bueno, me he ido bastante del tema.
El caso es que ya no salgo mucho, ni siquiera en Nochevieja, cuyas fiestas me parecen uno de los mayores timos existentes desde que el hombre es hombre. Además, aún recuerdo la última fiesta de Nochevieja a la que fui. Terminé tan sumamente mal que realmente no recuerdo la fiesta. Sí los primeros momentos: la llegada, los 40 minutos haciendo cola para dejar el abrigo, el calor insoportable que hacía en aquella sala ya nada más entrar, la media hora amontonado en una barra para conseguir una bebida... Me jodió y aburrió tanto la espera en aquella barra, que cuando llegué a ella allí me quedé durante al menos dos horas, en el rincón, saludando a todos los que llegaban, pidiendo una detrás de otra, emborrachándome bastante. Sí, claro que bailé, como un loco, aunque la música no me gustaba. Estábamos en plena explosión discotequera de la música electrónica y los raves en mega-salas, y la música era aburridísima, pero también hipnótica.
Cuando quise darme cuenta, tenía una borrachera de considerables dimensiones. Desde que salí a bailar, no recuerdo mucho más. Sólo aquella música que me embotaba pero me obligaba a bailar como un zombi enajenado.
Llegué a casa -parece ser- a las 10 de la mañana. Un amigo me dijo que habíamos desayunado en San Ginés -bueno, que ellos habían desayunado mientras yo dormía encima de un montón de abrigos-. Me pareció una locura que hubiéramos ido a San Ginés, pero le creí porque no me acordaba. También me dijo que había vomitado dos veces en la discoteca, y que me habían llevado arrastrando de allí a la chocolatería y de ella a mi casa.
El día 1 me lo zampé entero. Cuando mi madre consiguió hablar conmigo el día 2 me echó una bronca impresionante por no haber cogido el teléfono en todo el día. Ni siquiera tuve cabeza para inventarme alguna gilipollez: tenía tal dolor de cabeza y de estómago que no podía casi ni articular palabra... ¡después de haber dormido más de un día entero!
Ese día 2 de Enero -Sicilia, 1.922- fue el día en que decidí que se había acabado el alcohol para mí. Aún no me había comprado la casa, que parece ser el motivo principal de mi madurez, pero me di perfecta cuenta de que llevaba ya varios años pasándome de rosca. A lo mejor no me había dado cuenta hasta entonces porque nunca había tenido un delirium tremens...
Se acabó la "Refu" para mí, al igual que el "Strong", el "Rick's", el "Cruising"... todos los locales gays habidos y por haber -de baile, de copeo, de ligue, me daba igual- se convirtieron en tabú para mí. Y también Huertas, la zona por la que salía con mis amigos hetero. Y con esta decisión, también acabaron las salidas hasta las 7 de la mañana y, por supuesto, el alcohol.
Fue entonces cuando me di cuenta de lo peor que me podía pasar: salía de trabajar y me tenía que ir corriendo a casa para no tomarme con los compañeros el vino que solíamos tomar antes de irnos a cenar; llegaban las noches de viernes, de sábado, y me desesperaba con mis amigos tranquilos y decentes porque lo que hacíamos era irnos a casa de alguno a pasar el rato con juegos de mesa o con el karaoke y lo único que tomaba era Fanta.
Quizás suene exagerado, pero a veces llegaba a casa temblando, me iba corriendo a la cocina y me tomaba una copa del vino o el coñac que teníamos para cocinar.
La gente que me ha conocido después de aquella época no termina de creérselo. Incluso hay algunos que no lo saben (perdón por informaros de esta manera). Pero así fue.
Asistí a alguna que otra reunión de Alcohólicos Anónimos, pero entre el tufillo neocatólico y que no llegaba a las reuniones por los horarios, dejé de ir.
Asistí a alguna que otra reunión de Alcohólicos Anónimos, pero entre el tufillo neocatólico y que no llegaba a las reuniones por los horarios, dejé de ir.
Me moría de miedo y de angustia. Pasé un año y medio realmente malo. Me había dado cuenta de que realmente había tenido un problema desde hacía muchos más años de los que pensaba, aproximadamente unos 8 años de descontrol -de ese descontrol que a todos los jóvenes de esa edad les parece lo normal- y no me veía con fuerzas para quitarme aquello de encima. Seguía saliendo con mi grupo de amigos de Cogam, porque eran gente más o menos sana y podía confiar en que no iríamos a ningún sitio donde sudara al ver a alguien tomándose un cubata. El resto de amigos que había tenido hasta entonces fueron desapareciendo poco a poco. Se extrañaban de que no saliera con ellos. Cada mes me iban llamando menos y menos para salir -en realidad era para lo único que me habían llamado hasta entonces- y yo les dejé ir sin mucha preocupación. En realidad nunca habían sido amigos, sino sólo compañeros de borrachera y ligue descontrolados. Incluso le tuve que agradecer a la diosa que ninguno de ellos hubiera tenido la fuerza para introducirme en sus propios mundos -el de la cocaína imprescindible para echarse unas risas, el del popper imprescindible para echar un polvo, el del porro imprescindible para relajarse-.
Afortunadamente para mi salud mental, nadie se dio cuenta de nada. Me habría mortificado confesarles a mis amigos lo que me pasaba, igual que me había mortificado confesármelo a mí mismo. Poco a poco fui acostumbrándome a mis cafés -no me costó mucho; ya cuando iba al cole desayunaba con café-, que eran lo único que le proporcionaba a mi cuerpo algo medianamente intenso. Fue entonces cuando empecé a fumar realmente mucho, entre 2 y 3 paquetes diarios.
Y se acabó. Una noche, de repente, se acabó. No tenía más remedio que asistir a aquella cena de empresa porque el año anterior no había ido y mi jefa me miró muy de lado cuando los demás se apuntaron a ésta y yo no. Así que me apunté. Sabía perfectamente lo que iba a ver: un cerro de cerriles borrachos perdidos. Aún me pregunto -incluso conociéndome a mí mismo- cómo es posible que tantísima gente que va "de cena" termine con esas trompas increíbles, cómo es posible que gente más o menos tranquila y decente se deje llevar de esa forma. Pero esa cena significó mi liberación. Corriendo el alcohol desde el principio como corrió -barra libre de cerveza y vino durante la cena incluída en las 3.000 pelas, barra libre de chupitos y cava en la sobremesa, barra libre de lo que fuera en la discoteca a la que fuimos después- lo único que bebí fue un culo de sidra para brindar en la cena. Me sorprendió a mí mismo lo bien que me lo pasé al principio, lo bien que me sentaron los 80 litros de refrescos que bebí, y sobre todo la situación de entre asco y pena que se produjo en la discoteca, con todos aquellos directivos haciendo el primo en cuanto cayó el primer cubata.
Desde ese momento me puedo considerar a mí mismo como abstemio, aunque aquellos medio-psiquiatras, medio curas de AA no dejaran de repetirnos durante las pocas visitas que les hice que siempre sería un alcohólico.
De vez en cuando alguien se sorprende cuando todo el mundo en un grupo pide una caña y yo pido un Trina o un Nestea. A veces, en alguna cena, alguien me insiste en que pruebe el delicioso vino -que ahora me da un poco de asquito-, y suelo responder que no bebo alcohol porque me sienta fatal, y que ya brindaré al final con un poco de cava o de sidra. Incluso hay veces en que me atrevo con algún combinado, ¡pero realmente me sientan mal!. Un simple vermut se me sube como si fuera un litro de DYC de garrafón, y con dos copas de cava me quedo frito. Pero España es así: mucha gente no sabe socializar si no es con una copa de lo que sea en la mano.
Bueno, ya lo he dicho.
Habrá quien me vuelva a repetir que estoy contando demasiadas cosas en este blog, que mucho de lo que digo me lo debería callar, que hay cosas que no se cuentan.
Pero sí. Yo las cuento. Pasé muchos años callando cosas que necesitaba gritar a los cuatro vientos -y no me refiero sólo al hecho de ser gay-, y ahora que nada de todo aquello me avergüenza, no encuentro motivos para seguir callándolas. Sobre todo cuando sé que puede haber alguien que esté pasando por lo mismo y a quien puedo dar una pequeña ayudita, aunque sea sin saberlo, sin hablar con esa persona. Hartito estoy de tanto blog inane, sin vísceras. Puede que resulte un tanto gore, pero yo estoy lleno de vísceras.
Quien no quiera verlas, que no me lea.
Uff... lo solté. ¿Le doy al botón?
Aunque no os lo creais, me tiemblan un poco los dedos...
Afortunadamente para mi salud mental, nadie se dio cuenta de nada. Me habría mortificado confesarles a mis amigos lo que me pasaba, igual que me había mortificado confesármelo a mí mismo. Poco a poco fui acostumbrándome a mis cafés -no me costó mucho; ya cuando iba al cole desayunaba con café-, que eran lo único que le proporcionaba a mi cuerpo algo medianamente intenso. Fue entonces cuando empecé a fumar realmente mucho, entre 2 y 3 paquetes diarios.
Y se acabó. Una noche, de repente, se acabó. No tenía más remedio que asistir a aquella cena de empresa porque el año anterior no había ido y mi jefa me miró muy de lado cuando los demás se apuntaron a ésta y yo no. Así que me apunté. Sabía perfectamente lo que iba a ver: un cerro de cerriles borrachos perdidos. Aún me pregunto -incluso conociéndome a mí mismo- cómo es posible que tantísima gente que va "de cena" termine con esas trompas increíbles, cómo es posible que gente más o menos tranquila y decente se deje llevar de esa forma. Pero esa cena significó mi liberación. Corriendo el alcohol desde el principio como corrió -barra libre de cerveza y vino durante la cena incluída en las 3.000 pelas, barra libre de chupitos y cava en la sobremesa, barra libre de lo que fuera en la discoteca a la que fuimos después- lo único que bebí fue un culo de sidra para brindar en la cena. Me sorprendió a mí mismo lo bien que me lo pasé al principio, lo bien que me sentaron los 80 litros de refrescos que bebí, y sobre todo la situación de entre asco y pena que se produjo en la discoteca, con todos aquellos directivos haciendo el primo en cuanto cayó el primer cubata.
Desde ese momento me puedo considerar a mí mismo como abstemio, aunque aquellos medio-psiquiatras, medio curas de AA no dejaran de repetirnos durante las pocas visitas que les hice que siempre sería un alcohólico.
De vez en cuando alguien se sorprende cuando todo el mundo en un grupo pide una caña y yo pido un Trina o un Nestea. A veces, en alguna cena, alguien me insiste en que pruebe el delicioso vino -que ahora me da un poco de asquito-, y suelo responder que no bebo alcohol porque me sienta fatal, y que ya brindaré al final con un poco de cava o de sidra. Incluso hay veces en que me atrevo con algún combinado, ¡pero realmente me sientan mal!. Un simple vermut se me sube como si fuera un litro de DYC de garrafón, y con dos copas de cava me quedo frito. Pero España es así: mucha gente no sabe socializar si no es con una copa de lo que sea en la mano.
Bueno, ya lo he dicho.
Habrá quien me vuelva a repetir que estoy contando demasiadas cosas en este blog, que mucho de lo que digo me lo debería callar, que hay cosas que no se cuentan.
Pero sí. Yo las cuento. Pasé muchos años callando cosas que necesitaba gritar a los cuatro vientos -y no me refiero sólo al hecho de ser gay-, y ahora que nada de todo aquello me avergüenza, no encuentro motivos para seguir callándolas. Sobre todo cuando sé que puede haber alguien que esté pasando por lo mismo y a quien puedo dar una pequeña ayudita, aunque sea sin saberlo, sin hablar con esa persona. Hartito estoy de tanto blog inane, sin vísceras. Puede que resulte un tanto gore, pero yo estoy lleno de vísceras.
Quien no quiera verlas, que no me lea.
Uff... lo solté. ¿Le doy al botón?
Aunque no os lo creais, me tiemblan un poco los dedos...
16 comentarios:
Enhorabuena ;-)
Hola Rodrigo, me encanta lo que has escrito. Me encanta que hayas sido tan valiente y te hayas abierto asi. A mi tambien me encanta abrirme :) y ademas, de de piernas, me encanta abrirme en mi blog. No lo hago muy a menudo, pero si observas algun post del pasado verás que en ocasione slo he hecho.
Bueno, pues que sería genial conocerte algún día. Pareces un gran tipo. Y me encanta tu blog.
Peter
¿Que no tomas alcohoool?
¡¡¡ RAROOO, ASOCIAAAAAL, MARGINAAAAL !!!
¿O no piensa eso la mayoría de la gente?
Cuenta lo que quieras. Este es tu sitio, y pones lo que te apetece. Los demás estamos para leerlo y, por lo menos yo, para admirarte, por tu fuerza de voluntad, y sobre todo, por no esconderlo, porque es parte de tí, de la que no te averguënzas; eso es muy importante.
Un abrazo fuerte.
Y un beso :o)
Nene...no sé que decirte en referencia a lo que has contado...yo no lo sabía. Un día hiciste alusión, pero no terminaste de contarmelo, así que, imaginé que sería algo así, pero de todas formas me has dejado un pelín asombrada. Yo soy de las que siempre ha creído que te sentaba mal el alcohol...jeje.
Yo aplaudo que lo cuentes en el blog (o donde sea). Y lo aplaudo, porque a mi también me temblaban las manos cuando escribí por primera vez que fui mujer maltratada, pero la sensación de libertad y/o liberación me ayudó mucho....y lo que más me ayudó fueron los comentarios de gente que no conocía y que me animaban y me decían lo fuerte que había sido al dejar al imbécil. Parece que no, pero eso realmente te hace sentir bien.
Así que, yo te digo que OLÉ por contarlo, OLÉ por dejarlo, OLÉ por pedir ayuda y OLÉ por ser como eres...
Besotes guapo!
Grasiassentraña!
Hubo una época en la que confesar este tipo de cosas te condenaba al ostracismo social y familiar. Es un alivio comprobar que España está cambiando lo suficiente como para que la gente te felicite por los errores del pasado, o te anime a salir de una situación tan vergonzosa que ni tú mismo quieres verla...
También me emociona que algo tan frío e impersonal como el ciberespacio se llene de buenos deseos entre gentes que ni siquiera se conocen en persona.
Miles de gracias, miles de abrazos y besos a todos y gracias por estar ahí.
¡¡¡FELIZ AÑO!!!
Ahora me tiemblan más que las manos.
Me gusta, alabo y aplaudo tu sinceridad y valor. Como ha dicho Isi, no es facil en la vida contar cosas que nos afectan a lo mas profundo de nuestro ser, pero cuando lo haces te sientes liberado. Cuanta gente hay en esta vida que pasa por ella sin decir nada¡¡¡
Te apoyamos nos tendras aquí a tu lado. Y al que no le gusten este tipo de blogs.... que se joda¡¡¡
Bessssosss .-)
Eres muy valiente en tus palabras, pero lo fuiste más en tu vida. Y una vez que has hecho algo no hay por qué ocultarlo... sino al revés mostrarlo, porque dice mucho de tí todo esto.
El problema del alcohol, el de las drogas y otros muchos los tiene mucha más gente de la que pensamos... muchos de los que piensan que no lo tienen, y que son otros. Cuando has vivido entre alcoholicos (la practica mayoria de la familia materna lo ha sido o lo es) y/o drogadictos te das cuenta del peligro y coges miedo.
No soy abstemio, pero se cuando debo parar... No salgo mucho, porque la mayoria de las veces se sale a beber y asi poder decir cosas, que a mi no me hace falta emborracharme para decirlas. Es lo bueno (de lo poco bueno) de decir lo que se piensa (no siempre, pero nunca digo lo que no pienso)...
Salgo a veces, he salido mas en epocas recientes, y siempre he sabido parar. Nunca he vomitado de la borrachera desde la universidad. Y la gente te ve haciendo el ganso y piensan que vas borrachisimo porque ellos no se atreven, y debes convencerles de que eres asi, de que te gusta divertirte, jugar, decir chorradas y provocar...
Eres digno de admiración. Y no solo por este post.
Sinceramente pensé que alguien me diría alguna burrada. Estaba preparado para las burradas.
En serio no sabeis lo bien que me ha sentado escribir ésto y lo mejor aún que me sienta recibir vuestro apoyo y vuestro cariño.
¡Os quiero un huevo, hale!
Con un par.
No voy a repetir lo que todos han dicho, aunque lo subscribo. Mi apunte consiste en contar un poco mi experiencia.
Yo siempre me he considerado abstemio, desde que tenía 15 o 16 años y empecé a salir por ahí con mis amigos, a bares, discotecas, etc. Al principio no bebía más que nada por un tema económico; con mi paga podía beber o 4 cocacolas o 2 copas, y yo siempre he tenido mucha sed jejejeje . Pero según fueron pasando los años me di cuenta de que el alcohol no conduce a nada. Y eso me ha creado algún que otro disgustillo.
Aunque parezca mentira, el no beber nada de alcohón, bueno, casi nada, que tampoco soy radical, me ha supuesto un lastre en mi vida social, el no irme de borrachera con mis amigos, el no reirme de sus gracias cuando estaban borrachos hizo que con 20 años me sintiera el raro de la pandilla, y poco a poco, como tu decías, mis amigos me fueron dejando de lado.
Menos mal que luego me vine a Madrid y fue como empezar de cero.... pero si, el alcohol, en cierto modo me apartó de mis amigos.
Un abrazo Rodrigo, y gracias por mostrarnos tal y como eres. Joder, tio no te conozco de nada, pero eres como de la familia.
Tu anónonimo Jose María
Como dijo el Sr.Mocho: raro, asocial, marginal! Encima éso: cuando no bebes tienes que aguantar lo peor de tus amigos que sí lo hacen, y que te den de lado porque no bebes con ellos. Penoso.
La verdad es que es mucho mejor ir por la vida como dice Jose: yo lo llamo "mi puntito". Mis risas, mi forma de pasármelo bien sin necesidad alguna de beber.
A lo mío lo llamo "mi pedo psicológico"...sin probar una gota de alcohol hay veces que voy más "tonta" que el resto....y es cierto, nadie entiende que sin beber alcohol puedas estar así...(y entre nosotros...la verdad es que es raro...jeje).
Lo peor de los "pedos psicológicos" es que si haces el gamba no puedes echarle la culpa a los cubatas...¡tienes que apechugar! juas!
Un besote valiente! que te quiero una jartá!!!!
Ya sabes como son las cosas de internet. De un blog a otro y terminas opinando a alguien que no te conoce de nada. Vengo del blog de Isa ( linda chica) que hoy habla de la valentia y te menciona a ti. Leo tu entrada y me pongo en pie para dedicarte el mejor de mis aplausos. La juventud invita a muchas locuras.. ¿ y qué? Se hacen , se pasan y se curan . No hay que rasgarse la vestiduras por ello. Entiendo la decepción que se siente por los amigos que no lo han sido tanto pero ... ¡¡ que le vayan dando a quien no te entienda ¡¡ Tu crecimiento personal , está por encima de todo y llegar a ser persona es a lo que aspiramos todos. Un beso enorme y mi enhorabuena, como dice Isa ; eres un valiente¡¡
Gloria
SuperIsi, amorl: el pedo psicológico es lo mejor para aguantar el pedo real de los demás, así que si haces el gamba... ¡que se jodan! XD
Gloria: Leo tus comentarios de vez en cuando en el blog de Isa y te agradezco mucho que te hayas pasado por aquí para dejarme tu opinión y tu apoyo. Como ya dije ayer, me parece increíble que tanta gente a la que no conoces de nada se sienta identificada contigo a través de los blogs y te haga sentir tan arropado.
¡¡MUCHAS GRACIAS!! ¡A TODOS!
Si yo te dijera lo arropada y la compañia que me haceis todos, no lo creerias
Saluditos desde León
Y si los reyes leen tu blog decirles que estoy abierta aaaaaaaaaa todo lo que quieran traerme y vosotros que no me falteis Paz,Amor, Dinero y Muchaaaa Salud para todos y un pisito para Isa
Carmeeeeen! Muchas gracias, wapa! Y feliz añazo!
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