Oé, oé oé oé, oé, oé...
Supongo que no es necesario hablar más de la Eurocopa, así que no lo voy a hacer.
Supongo que no es necesario hablar más de la Eurocopa, así que no lo voy a hacer.
Bueno, si: hay que felicitar a esta selección tan joven (y tan macizorra, que están la mayoría pa ducharles con champán y lamer, y lamer, y lamer... XD). Decir también que me han pillado como nunca lo ha hecho el fútbol. De hecho, siempre he "odiado" amistosamente a este deporte, por haberme robado tantísimas horas familiares, por haber aburrido tantísimas horas infantiles, por ser un deporte tan sumamente sucio (tanto en el comportamiento de los jugadores como en el de los seguidores)
Pero el tema no es ése.
Ayer estuve en casa de unas amigas con un grupo de amigos para ver el partido. Creo que sólo un par de ellos podrían decir que les gusta el fútbol, pero todos vimos el partido y lo disfrutamos de esa forma especial en que se disfruta un partido de fútbol especial: berreando, saltando, energumeneando como con ningún otro deporte. Me hicieron sentir extraño: como cuando tu mejor amigo que nunca bebe, va y se emborracha. Le miras como si fuera otra persona, sin terminar de comprender qué le está pasando y en qué se ha convertido por un ratico.
Luego, la vuelta a casa desde la otra punta de Madrid: gente volviendo a casa desde Colón, gente yendo a Colón después del partido. Muchísimas banderas españolas (afortunadamente, ninguna con el aguilucho, aunque en algún partido he visto alguna), muchísimas camisetas rojas. Saltos (el vagón de metro se movía como el del terremoto del Parque Universal), y cánticos y cánticos. A por ellos, ooee, a por ellos, ooeee. Y a ritmo ruso: yo soy español, español, español... yo soy español, español, español.
¿Y en qué pensé? No en que yo también soy español, no en la alegría más o menos descontrolada de toda esa gente, no en los problemas que podía tener para llegar a casa (Metro de Madrid informa: debido a que el andén se encuentra lleno de público, no podrán bajar del vagón en la próxima estación...) No. En lo que pensé es en el orgullo. En la semana del Orgullo Gay (trastocada este año por cuestiones de... visibilidad provincial) pensé en que la mayoría de esa gente cuyas venas se inflaban al gritar "yo soy español" no tienen en realidad ni puñetera idea de lo que significa estar orgulloso de ser Español. Nunca se lo han planteado, nunca han pensado en su país, su patria, su nacionalidad, sus raíces. Nunca se han sentido orgullosos de ser españoles por ningún otro motivo. Y por dios, no me mireis así: uno puede estar más que orgulloso de ser de la nacionalidad que sea sin sonar a facha, coñe.
Pensé en lo que siguen significando el himno y la bandera. Comenté con una amiga la equivocación de los españoles con respecto a ambos: la imposibilidad de ponerle al himno una letra con la que todos estemos contentos, o de disfrutar de nuestra bandera igual que lo hacen el resto de ciudadanos del planeta, todo por los ramalazos pseudofranquistas que aún quedan, después de 33 años. Pensé en cómo abusan los radicales, tanto de un lado como de otro, del uso de los símbolos, haciendo que los ciudadanos razonables no puedan sentirse orgullosos de nuestro país teniendo tantos motivos para estarlo.
Sólo estas demostraciones hacen salir lo que llevamos dentro, las ganas que tenemos de ser lo que somos. Quiero incluso imaginar a los más recalcitrantes con sus banderas de otros colores pero berreando en el bar: silbando al oir el himno pero llorando al ver a Casillas levantar la copa.
Qué raros somos, demonios.