Blogueando, que era gerundio cuando yo era joven

Porque lo mismo ya no hacemos nada a lo largo del tiempo gracias a un gobernador regional brasileño, que ha abolido por decreto el uso del gerundio (por ejemplo: blogueando, palabra que la RAE debería adoptar pero ya, visto que la moda de los blogs no es tan pasajera como algunos profetizaban) porque según él sólo significa la ineficacia de las instituciones públicas, que ante cualquier queja ciudadana responden siempre con el socorrido y manido "lo estamos solucionando, vuelva usted mañana".

En fin, a lo que iba: que ya he comentado alguna vez que el blogueo me está dejando últimamente más que exhausto. No doy abasto (juro que abasto se escribe así, junto y con "b", que lo he buscado en el diccionario de dudas de la RAE). Y el caso es que sólo con los comentarios que voy dejando aquí y allá me daría para llenar decenas de entradas en éste vuestro blog, que últimamente tengo tan abandonado. Bueno, qué le voy a hacer; tampoco es cuestión de plagiarme a mí mismo copiando esos comentarios aquí. Ya lo he hecho una vez y no me pareció, después de hecho, algo legal bloguerilmente hablando.

El caso es que todos teneis unas vidas tan interesantes que cuando entro en uno de mis blogs amigos no puedo dejar de opinar, además de pinchar acá y allá en los comentarios de otros para leer qué se cuece por otros lares desconocidos. Y me gusta tanto que empiezo a pensar que la de "bloguero" debería pasar a considerarse una profesión más, considerada en el Estatuto de los Trabajadores, más o menos bien remunerada y además, tras comprobar la poca paciencia de algunos con sus blogs, premiada con trienios, antigüedad y planes de productividad.
Bueno, señor@s, que la cuestión es que, a pesar del cansancio temporal, no me canso. Ni de mí ni de vosotros. Y me alegro mil de que el intercambio de ideas y experiencias que tanto nos gusta a los humanos se extienda desde la mesa del café de los amigos hasta la mesa del ordenador de unos completos desconocidos que, más allá de generar aversión, desconfianza, aburrimiento o simple indiferencia, provoquen iluminación neuronal, interés, afición, conocimiento e incluso, en los mejores casos, amistad.