domingo, 16 de septiembre de 2007

Trabajos.

Hubo un momento -laaargo momento- en mi vida en que curré. Se me hace inconcebiblemente lejano, como si fuera otra vida, un sueño, algo imaginado. Pero ahí está, para amargarme la existencia de vez en cuando, haciéndome ver lo blando que fui durante años, pero también haciéndome recordar que un trabajo es lo último por lo que hay que preocuparse. Es sólo una manera de ganar dinero, no es tu vida, ni mucho menos una forma de perderla poco a poco. Y si el próximo no me gusta... ¡a tomar por culo, ya encontraré otro!
Muchísima gente me pregunta a propósito de mi "estado actual". Para los que no lo sepan, llevo aproximadamente un año y medio en el paro. Y no, no estoy agobiado en absoluto, por mucho que anoche me diera el arrechucho y me pusiera medianamente tonto. Son cosas de la edad.
Decidí yo mismo autopararme después de 13 años trabajando en la misma empresa, el mismo departamento, la misma mesa (que sufrió la pobre tres traslados, cada cual a un punto más lejano que el anterior). Llegó un momento, por mucho que estuviera enamorado de mi curro, en que las personas que tenían alrededor lo fueron estropeando todo, fueron pudriendo poco a poco el ambiente cojonudo que habíamos tenido siempre. Empezaron a aparecer jefes y más jefes por todas partes, que se dedicaban a dar contraórdenes a diario, varias veces si era preciso. Al final llegué a tener... ¡5 jefes! Y tenía que hacerles caso a todos. Después de terminar un trabajo, alguno de ellos siempre decía que no le gustaba algo que era lo que más le gustaba al que te había dado la orden.
Por otra parte, al principio éramos gente que, más o menos, sabíamos lo que hacíamos. Un grupito de 6 personas se mantuvo durante 5 ó 6 años, aprendiendo cada día más, haciéndolo cada vez mejor. Pero ya se sabe que en el mundo del turismo o te mueves o te pudres. Más que nada de pobre. Así que varios de estos compañeros empezaron a emigrar a otros departamentos poco a poco, a sitios donde, por ser tan conocidos como éramos en la empresa, estaban encantados no sólo de recibirnos con las piernas abiertas sino de subirnos el sueldo hasta donde pidiéramos. Les agradecí que abrieran la veda, porque yo pude pedir varios aumentos y quedarme donde estaba, de modo que fui, de ahí en adelante, el especialista del departamento. A partir de ese momento empezó el vaivén de personas. Entraban, se olían el percal y se largaban. Algunos se quedaban, pero como yo tenía que dedicarme a enseñarles a todos (tanto si se quedaban como si no) nunca tenía tiempo para todos. Algunos estaban un año entero dando por culo con ruegos y preguntas. Tooodo el santo día. Y cuando ya habían aprendido todo lo que podían aprender, se largaban a otra empresa donde les pagaban más. Había momentos en que yo estaba respondiendo las consultas de 5 teléfonos diferentes porque ninguno de los consultados -mis compañeros- tenía ni puta idea de qué responder. Y mientras tanto, haciendo mi trabajo. Y ellos se iban de vacaciones, y yo hacía su trabajo mientras tanto. Y yo me iba de vacaciones, y cuando volvía mi mesa era un mar de muertos -very stinky deads and browns, como terminé llamando a la carpeta donde los perfumaba- y el trabajo que había dejado seguía sin hacer. Y mi jefe 1, junto a mi mesa, me decía: "haz ésto, en azul", y cuando ya estaba hecho, me llamaba mi jefe 2 a su mesa, para que mi jefe 1 no lo oyera, y me decía: "va a quedar mejor en verde azulado"; "ya está hecho en azul", respondía yo, y mi jefe 1: "no vas a tardar nada en ponerlo verde azulado". Y cuando ya estaba verde azulado (lo más azulado que podía para que mi jefe 1 no se molestara conmigo) me llamaba por teléfono mi jefe 3 y decía deprisa y corriendo: "oye, ¿que ya está éso?". Sí, claro, estaba hecho porque siempre fui un puto hacha. "Lo habrás hecho en rojo, ¿no?, porque va a ir en prensa". Ah, bien. ¿Y quién de los otros dos me había dicho que iba a ir en prensa?.
Es sólo un pequeño ejemplo. Tengo taaantos y taaan variados que podría llenar entradas y entradas con ellos. Cualquiera que haya trabajado en una agencia de viajes sabrá de lo que hablo. Sobre todo si ha trabajado en las oficinas y no en ventas, que es otro cantar para el que, sinceramente, no hay palabras.
Muchos dudan aún sobre los motivos que me impulsaron, un buen lunes, a llegar a la oficina, sentarme delante de mi jefe 3 y decirle: "me marcho". Así, sin más. Me ofreció mejor horario, mejor nómina e incluso trabajar solo, sin la constante molestia de mis descerebrados compañeros. Es más: me dijo que prefería que me cambiara de departamente antes que irme de la empresa. A todo dije, muy educadamente, que no gracias. Y cuando me preguntó la razón, le dije, en el tono más neutro que pude: "estoy hasta los putos cojones de mierda ajena". Tras éso dejó de ofrecerme el oro y el moro y me arregló los papeles para que pudiera cobrar el paro durante 2 años y la empresa me finiquitara por el doble de lo que me correspondía, a todo lo cual estaré eternamente agradecido.
Desde el primer día me lo tomé como unas vacaciones pagadas largas, o como un bienio sabático. Incluso me prometí a mí mismo que el primer año me tocaría los santos huevos y el segundo podría moverme un poco a ver cómo estaba el mercado. Lo cumplí a rajatabla: como todas las ofertas que me enviaba el INEM eran para agencias de viajes, no me resultaba en absoluto difícil hacer una entrevista penosa para que no me quisieran contratar. O incluso llegar y decir, tan tranquilo: "mira, tengo toda la experiencia del mundo pero el trabajo no me gusta, y si me contratais, en cuanto encuentre otro trabajo me voy a ir". Así que realmente he vivido en paz durante un año y pico. Y ahora disfruto de dos cursos que no tienen nada que ver con aquello, para un oficio que, sinceramente, me parece el colmo del relax: la Estética. Y encima me está gustando mucho. Será esa drag que llevo escondida en algún rincón de mi corazoncito.
Y no, sinceramente, en ningún momento me he sentido como si mi vida fuera un lunes al sol. Un domingo al sol, sí, en una terracita, poniéndome morenete, sin pensar en nada. Escribiendo muchísimo, leyendo aún más, disfrutando de la vida. Incluso me ha dado tiempo para enamorarme y pegarme el morrón. Pero ésa es otra historia.
No dejo de decirle, a todos aquellos que me dicen "joder, tío, qué envidia me das" que es mucho más fácil hacerlo que pensárselo, que no dejen pasar más tiempo. Que ni siquiera es necesario hacer lo que yo estoy haciendo: sólo dejar la mierda de trabajo que te está amargando la vida, pero con bastante buen rollito como para que te arreglen el paro en tu empresa (también más fácil de lo que parece) y darte un par de meses o tres, si te agobia más tiempo, para buscar otro trabajo. Los hay a patadas. Por todas partes. Incluso sorpresivos, de ésos que nunca pensaste que harías.
Siempre he sido un jodido quejica. Pero ahora intento aplicarme mi propia nueva máxima: "Deja de quejarte tanto y haz algo para arreglarlo, coño".
¿Que luego no funciona? Pues no sé, ya pensaré en ello mañana...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

genial, eso es vivir con ganas

un saludo

amor

MadRod dijo...

Quien no tiene ganas no será por falta de facilidades, desde luego. Pero qué difícil, a veces, verlas.

Isi dijo...

Tu ex-departamento ya no es lo que era....y desde que te fuiste tu, ya ni por asomo...

Lo que le sobra a esta empresa es jefes, jefecillos y gilipollas que se creen culo y no llegan a mierda.

En fin, como en todas partes, aquí también cuecen habas.

Anónimo dijo...

A todas las empresas les sobra burrocracia (la burocracia es útil, si se hace correctamente... el problema no es la teoria, es la práctica)