Caminito de Belén.

De nuevo dando vueltas.

Antes fue con las rodillas (aún no he terminado, en cuanto tenga trabajo me tienen que dar horario para el tratamiento, teóricamente 10 sesiones de electroterapia), y ahora es con mi linda cabecita.

Los que me leeis no sabeis nada de él, pero os explicaré que mi cerebro trabaja autónomamente del resto de mi cuerpo. Él piensa, sí, pero no es capaz de dar las instrucciones necesarias a mi linda boquita para expresar lo que deseo. Vamos, que soy un amnésico perdido. Se me olvidan palabras (es lo que más reconocible me hace), citas y fechas, números de teléfono, dónde dejo algunas cosas, las películas que he visto (a los 20 minutos de haberlas visto ya soy incapaz de contarlas; incluso a veces, tiempo después, no me acuerdo de si las he visto). La disfunción llega a niveles insospechados en lo que a libros se refiere: cuando voy por la página 200 ya no me acuerdo del principio...

Claro que todo ésto no se nota cuando se me lee. Pero cuando se habla conmigo puedo llegar a ser exasperante. Se me olvidan palabras en medio de una frase. Sé perfectamente lo que quiero decir, incluso a veces cambio la palabra que debo decir por otra que se le parece fonéticamente. Por ejemplo, el caso más conocido y celebrado por mis amigos: "En el capítulo de ayer de CSI, descubrían algo al hacerle al cadáver la antonomasia". Por supuesto, al cadáver lo que le hacían era la autopsia, pero qué más da si se me entiende. Otras veces, en lugar de cambiar la palabra, doy la descripción completa de dicha palabra: "ayer vi un pantalón que me encantó en el sitio éste grande de cristal que tienen por fuera las tiendas, en el Springfield de tal... Sí, exacto, el escaparate". O puede ocurrir que convierta mi conversación en un crucigrama: "Se fueron de vacaciones en su... cosa que empieza por C y tiene 8 letras. No, ¿cómo se van a ir en una Cocacola? Camioneta tiene 9 letras, y ésto tiene 8... ¡Sí! ¡Caravana!".

Así es vivir conmigo.

Puede resultar gracioso así leído y tal, pero me hace la misma gracia que una patada en las gónadas. Así que nada, esta mañana he ido al neurólogo, que me ha mandado hacer unos análisis de sangre para averiguar mis niveles de... ¡¡29 cosas diferentes!! (lo juro, 29), y también para hacerme dos TACs cerebrales, con y sin contraste. Ésto, mañana. Los resultados, el viernes 9. Y después, con ellos otra vez a consulta. Ésta vez, al menos, parece que va bastante más rápido que lo de las rodillas.

Éso sí: hoy tenía cita a las 10 de la mañana y he salido del Centro a las 12,40. Olé con ole y olá.