OTROS, 3: "TENGO QUE SALIR MÁS"
Qué tino tiene la gente para dar por culo en el momento más molesto. La ventana de mi cuarto de baño da al patio de puertas, así que la abro un poco y berreo: “¡un momento, por favor!”
- Da igual, soy el vecino del 3. Ahora vuelvo.
- No, tranquilo, si ya salgo.
Termino de secarme la cara y salgo chorreando a abrir la puerta. Delante de mí hay un tío altísimo, machísimo, morbosísimo, que pone cara de sorpresa al verme.
- Uh, perdona –dice, con una voz profunda-, no es urgente, de verdad. No quiero molestar.
- No molestas.
- Ah, entonces, ¿he de suponer que siempre abres la puerta de esta guisa? Es para estar más preparado la próxima vez.
En vez de anudarla a la cintura, me he colocado la toalla sobre los hombros. Es decir, estoy en bolas ante un completo desconocido, y para más inri, es mi vecino nuevo. No es que nunca me haya despelotado delante de desconocidos pero, joder, qué tino.
- Joder, perdona –gorjeo, colocándome la toalla algo más púdicamente-. No me he dado cuenta.
- Tranquilo –sonríe con media boca-, ha sido una experiencia nueva.
Esa voz... Madre mía. Esa voz rebotaría durante horas en mi cerebro si me susurrara “te quiero” o “te deseo” al oído. Mientras me da por culo, por ejemplo. Le extiendo la mano.
- Perdón por el show. Soy Víctor.
- Yo Fede.
Al agarrar mi mano me aplica un electro-shock telepático a través de sus ojos. Sé que el rubor de vergüenza se está transformando en bermellón TitanLux de deseo puro y duro. El muy hijo de puta, aparte de ser un morbo con patas, sólo lleva un vaquero mínimo, cortado a tijera, sobre cuyo botón asoma un poquillo de vello púbico negro. También se ven las líneas de las ingles, enmarcando unos abdominales atómicos que están sólo ligeramente cubiertos por una capa de grasa que es lo único que le impide ser un dios.
- Bueno, ¿y qué querías?
- Pues ver si me podías prestar un brick de leche. Tengo gente para tomar café y no me da tiempo a bajar a los chinos.
“Te doy toda la leche que quieras, tiarro”
- Claro, un momento.
Lucho con la toalla, que se desanuda cuando me agacho ante la alacena. Con el brick en la mano intento volver a anudarla, pero es imposible. Se lo doy, sujetando la toalla con la otra mano.
- Muchas gracias. Menos mal que aún hay buena gente.
“Y gente que está buena, joder”
- De nada, hombre, para eso estamos.
“Y para todo lo que quieras”
- Bueno, un día de éstos te vienes a tomar un café y te lo devuelvo.
“¿Sólo un café? Tomaría mucho más”
- Tranquilo, hombre. No hace falta que me lo devuelvas. Ya tendrás ocasión de devolvérmelo de otra manera.
Alza una ceja y vuelve a sonreír sólo con media boca. ¿He dicho eso en alto? No..., no estoy tan desesperado.
- Quiero decir, que ya habrá algo que yo te pida... O sea, vamos, que ya te pediré azúcar o sal, o yo qué sé.
- De todas formas, lo del café está hecho.
“Y lo de la leche también, berraco. Si es preciso, te la saco con la boca”
- Bueno, espero que te vaya bien en la casa nueva.
Ahora tiene una expresión realmente divertida y sonríe con toda la boca.
- Con vecinos como tú seguro que no tendré problemas.
Me guiña un ojo y se va.
Lo he dicho en alto, ¿verdad?
Dios, no sé cuántas burradas he dicho en alto.
Da igual, al cerrar la puerta me doy cuenta de que se me ha escurrido la toalla. Y lo mejor de todo: estoy empalmadísimo.
¿Quién quiere saunas, teniendo ducha en casa?
Qué tino tiene la gente para dar por culo en el momento más molesto. La ventana de mi cuarto de baño da al patio de puertas, así que la abro un poco y berreo: “¡un momento, por favor!”
- Da igual, soy el vecino del 3. Ahora vuelvo.
- No, tranquilo, si ya salgo.
Termino de secarme la cara y salgo chorreando a abrir la puerta. Delante de mí hay un tío altísimo, machísimo, morbosísimo, que pone cara de sorpresa al verme.
- Uh, perdona –dice, con una voz profunda-, no es urgente, de verdad. No quiero molestar.
- No molestas.
- Ah, entonces, ¿he de suponer que siempre abres la puerta de esta guisa? Es para estar más preparado la próxima vez.
En vez de anudarla a la cintura, me he colocado la toalla sobre los hombros. Es decir, estoy en bolas ante un completo desconocido, y para más inri, es mi vecino nuevo. No es que nunca me haya despelotado delante de desconocidos pero, joder, qué tino.
- Joder, perdona –gorjeo, colocándome la toalla algo más púdicamente-. No me he dado cuenta.
- Tranquilo –sonríe con media boca-, ha sido una experiencia nueva.
Esa voz... Madre mía. Esa voz rebotaría durante horas en mi cerebro si me susurrara “te quiero” o “te deseo” al oído. Mientras me da por culo, por ejemplo. Le extiendo la mano.
- Perdón por el show. Soy Víctor.
- Yo Fede.
Al agarrar mi mano me aplica un electro-shock telepático a través de sus ojos. Sé que el rubor de vergüenza se está transformando en bermellón TitanLux de deseo puro y duro. El muy hijo de puta, aparte de ser un morbo con patas, sólo lleva un vaquero mínimo, cortado a tijera, sobre cuyo botón asoma un poquillo de vello púbico negro. También se ven las líneas de las ingles, enmarcando unos abdominales atómicos que están sólo ligeramente cubiertos por una capa de grasa que es lo único que le impide ser un dios.
- Bueno, ¿y qué querías?
- Pues ver si me podías prestar un brick de leche. Tengo gente para tomar café y no me da tiempo a bajar a los chinos.
“Te doy toda la leche que quieras, tiarro”
- Claro, un momento.
Lucho con la toalla, que se desanuda cuando me agacho ante la alacena. Con el brick en la mano intento volver a anudarla, pero es imposible. Se lo doy, sujetando la toalla con la otra mano.
- Muchas gracias. Menos mal que aún hay buena gente.
“Y gente que está buena, joder”
- De nada, hombre, para eso estamos.
“Y para todo lo que quieras”
- Bueno, un día de éstos te vienes a tomar un café y te lo devuelvo.
“¿Sólo un café? Tomaría mucho más”
- Tranquilo, hombre. No hace falta que me lo devuelvas. Ya tendrás ocasión de devolvérmelo de otra manera.
Alza una ceja y vuelve a sonreír sólo con media boca. ¿He dicho eso en alto? No..., no estoy tan desesperado.
- Quiero decir, que ya habrá algo que yo te pida... O sea, vamos, que ya te pediré azúcar o sal, o yo qué sé.
- De todas formas, lo del café está hecho.
“Y lo de la leche también, berraco. Si es preciso, te la saco con la boca”
- Bueno, espero que te vaya bien en la casa nueva.
Ahora tiene una expresión realmente divertida y sonríe con toda la boca.
- Con vecinos como tú seguro que no tendré problemas.
Me guiña un ojo y se va.
Lo he dicho en alto, ¿verdad?
Dios, no sé cuántas burradas he dicho en alto.
Da igual, al cerrar la puerta me doy cuenta de que se me ha escurrido la toalla. Y lo mejor de todo: estoy empalmadísimo.
¿Quién quiere saunas, teniendo ducha en casa?
5 comentarios:
Joooooo
Eso a mi no me pasa ¡¡¡¡¡
Lo más, que aparezca la vecina de sesentaytantos, con olor a vino barato y en sujetador, para enseñarme la foto de la nieta ...
juas juas
Klimito...¿¿y eso no te pone aunque sea de mala hostia?? jajajajaja!!
Supongo que con tanto empalme la toalla no terminó en el suelo...no?? jajaja!!.
Me mola la historia.
Besotes y yo quiero también un vecino buenorro!! jajajaja!!! que noooo! que es bromita!!! que yo toy namorá!!! juas!
Klimmito: es un cuento, amorl. XD
Isi: sip, le pone ligeramente de mala milk, sip. Juajjajjaj! Y mujer, pide por esa boca, que un vecino buenorro no le hace daño a nadie! ;)
Qué bueno el relato! No por típico menos genial.
Otra escena chula para ese corto que tienes que rodar ...
Espero que cuando empieces con el proyecto cinematográfico me tengas en cuenta. Aunque sea para llevarte los cafés, o la agenda, o algo ...
Besicos!
No estaría mal, no. Siempre me ha gustado escribir historias cortas. Y con los amiguetes es como todo el mundo empieza con éso de los cortos. De aquí a Jólibud, tú.
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