miércoles, 25 de marzo de 2009

De amor y sexo (y otras sandeces), 20

SABER POPULAR, 4: "LAS APARIENCIAS ENGAÑAN"

- Os juego una ronda a que son de plástico.
- Hecho.
- Pues yo creo que son naturales. Lo que tiene operado seguro es la nariz.
Aunque los demás la observaban de hito en hito por no resultar muy descarados, Rober la miraba fijamente. Desde luego, la nariz no era suya, era la de alguna actriz o presentadora famosa de televisión que no localizaba mentalmente. Y los labios; esos morros tampoco podían ser suyos. O sí, como los de Angelina Jolie. Ojos grandes, algo rasgados, parecían claros. Una melena brillante que ya se imaginaba haciéndole cosquillas en el vientre mientras ella...
Esos pechos. Desde luego, si no eran suyos, eran una obra de arte. Pero con esa indumentaria se notaría: un top sin sujetador ni hombreras y una minifalda negra de la que salían las piernas más largas y mejor moldeadas que hubiera visto nunca, que terminaban en unos dedos deliciosos con las uñas pintadas de negro, que asomaban de unas sandalias mínimas con unos tacones de vértigo, con los que probablemente ella sería más alta que él. Le calculaba, sin los tacones, casi un metro ochenta.
Sintió un retortijón debajo de los huevos.
- Bueno, vamos a enterarnos.
- Eh, cabronazo, ¿qué vas a hacer?
- ¿Qué coño quieres que haga? Tocarle... -hizo una mueca- las narices. –Y echó a andar hacia la barra, donde ella estaba sentada tomando algún refresco naranja. Se sentó en la silla de al lado y sonrió.
- Mis amigos –dijo, señalando a la mesa desde la que los otros tres miraban, entre divertidos y muertos de envidia- quieren invitarte a algo.
Rebeca le miró un largo momento de arriba a abajo. Se colocó el dedo corazón en la barbilla y con el índice se dio golpecitos en el labio inferior. Parecía estar decidiendo si mancharía sus brillantes sandalias machacando a esa cucaracha o la dejaría viva para que criara otras cuatro o cinco cucarachas más con alguna -por ahora- soltera desesperada.
- Vaya. ¿Todos? Qué récord –lo dijo con un tono de entre aburrimiento y desprecio que no amilanó a Rober-. Qué típicos sois los hombres.
- Bueno, lo que he dicho es que mis amigos quieren invitarte a algo. Yo no soy tan típico.
- Ah, ¿no? Y entonces, ¿qué haces tú aquí?
- Es que yo –Rober la miró fijamente a los ojos con esa encantadora mirada suya que le daba el ser miope- soy el único que quiere echar un polvo contigo.
Rebeca no modificó su expresión ni un ápice. Apagó el cigarrillo en el cenicero de la barra como si allí estuviera la cucaracha, revolvió el bolso y dejó un billete de cinco en la barra.
- Bien, ¿y a qué esperamos? Tengo habitación en este mismo hotel.
Mientras ella se ponía de pie, evidenciando que era incluso más alta de lo que había calculado, y se colocaba un poco la minifalda, Rober luchó por controlar su mandíbula; primero, para cerrar la boca, que se había abierto para dejar escapar un gemido, después, para controlar sus músculos risorios, que se empeñaban en colocarle en medio de la cara una estúpida sonrisa de victoria.
- Sígueme –le susurró Rebeca al oído, y aprovechó para hacerle una limpieza de cerebro a través de la oreja. Después echó a andar hacia los ascensores.
Rober se levantó y guiñó un ojo a sus amigos, que observaban la escena babeantes. Juanito le hizo una seña con un puño y Rober metió una mano en el bolsillo hasta medio antebrazo. No era cuestión de cruzar todo el vestíbulo del hotel con una descarada erección bajo el pantalón del traje.
Ya en el ascensor, pudo comprobar que sus pechos no eran del todo naturales. También que no llevaba colonia. Sí mucho maquillaje, aunque le daba igual: se veía perfectamente que tras quitarse toda aquella capa sería tan hermosa como con ella.
Mientras ella buscaba la tarjeta de su habitación en el bolso, Rober empezó a besar sus hombros, pegando su erección al trasero redondo y duro de Rebeca. Ella gimió y movió su trasero de lado a lado, poniéndole aún más atacado.
- ¿Te gusta?
- ¿El qué? –preguntó él, entre beso y suspiro.
- Mi culo.
- Me encanta. Es una preciosidad, digno del resto.
- Hmm, bien, bien. Me gusta que te guste, porque le vas a dar un buen uso esta noche.
Rober rugió, imaginándola ya frente a él a cuatro patas. Empezó a soltar líquidos por todas partes: sudaba, la saliva llenaba su boca y su polla también babeaba. Incluso creyó que se echaría a llorar de alegría.
Por fin entraron en la habitación. Se abrazaron y se besaron largamente, iluminados solamente por la luz del Madrid nocturno que entraba por los ventanales. Su carmín sabía a cerezas. Mientras él apretujaba sus pechos y pellizcaba los pezoncillos, ella le masturbaba despacio, con toda la mano, a través del pantalón. Se separaron y se miraron a los ojos.
- Eres guapo, cabrón –susurró Rebeca, con una voz más grave de lo normal, entrecortada de excitación-, ¿lo tienes todo tan guapo?
Se arrodilló frente a él sin dejar de mirarle a los ojos, abrió su cinturón y su pantalón, dejándolo caer y le bajó el bóxer. La polla de Rober estaba roja y húmeda, y tan dura como el mármol.
- Hmm, qué hermosura –gimió Rebeca, sopesando los huevos con una mano.
Y dicho esto, le regaló la mejor mamada que le hubieran hecho en su vida. Cuando le pidió que parara porque se iba a correr, ella tironeó de su top, enrollándolo en la cintura, y le masturbó despacio hasta que él se corrió, casi rugiendo, en sus tetas. Ella le empujó un poco hacia atrás, obligándole a bracear para no perder el equilibrio, con los pantalones en los tobillos. Finalmente, cayó de espaldas en el sofá, frente a la cama. Ella se levantó, se quitó el top frente a él y limpió con él el semen que cubría su pecho. Después se acercó a la cama dándole la espalda. Sin bajar la minifalda, se quitó las medias y las bragas, y volvió a montarse en los tacones. Subió a la cama de rodillas y, girándose por la cintura, mostró un pecho a Rober mientras lo acariciaba con la punta de un dedo. Rober comenzó a quitarse el resto de la ropa mientras su polla volvía a endurecerse. Rebeca, finalmente, cumplió su sueño: juntó los muslos y se apoyó en los codos. La minifalda subió y dejó a la vista el agujero de su culo donde, ladinamente, se insertó un dedo.
- Vamos. Métemela.
Dicho y hecho. Rober se acercó a ella mientras desenrollaba un condón en su polla ya completamente erecta. Sin mucho miramiento, colocó su capullo en el agujero y, agarrándola de las caderas, intentó metérsela de golpe, aunque se quedó a medias. Rebeca gritó.
- Vamos, cabronazo. ¡Fóllame!
Rober comenzó a moverse, esforzándose por meterla entera. Era la segunda vez que daba por culo en su vida, y la primera vez fue con una prostituta. De hecho, se preguntó si Rebeca no sería una de ellas y al finalizar le pediría un pastón.
No esperaba encontrar un agujero tan estrecho. Pero ella le berreaba, y él estaba en celo, así que empezó a follarla a toda velocidad.
- ¡Fóllame viva, cabrón! ¡Lléname de leche!
Todo aquello era tan absolutamente pornográfico que Rober tuvo que relajar un poco el ritmo para no volver a correrse. Se dejó caer sobre ella, pegando el pecho a su espalda, agarrando sus pechos con las manos abiertas. Bajó con una mano, notando su torso suave pero trabajado, hasta que encontró su minifalda. Se peleó con ella, pero no encontraba botones o cremalleras, así que se la subió desde atrás, dejando al descubierto, por fin, todo su hermoso culo. Estaba sudando a chorros, pero aquella visión de su polla metida en aquel culito tan lindo le hizo sentirse un jodido semental. Volvió a acelerar el ritmo y a pegarse a ella, abrazándola por la cintura con un brazo mientras con el otro buscaba su coño para meterle los dedos.
- ¡Me corro! –gritó.
- Si, cabronazo, ¡Así, así! ¡Más fuerte!
- Tie... nes... agg –gritó Rober, mientras su semen llenaba el condón- po... lla...
- Así, tío, córrete. Dame tu leche.
- Arrg... ¡¡tie... nes… po... lla!!
Finalmente, Rober se dejó caer boca arriba en la cama, con la polla latiendo, bañado en sudor, casi sin aliento.
- Tienes... uff... polla... hijade... aah... puta...
Rebeca hizo un rápido movimiento para quedar sentada sobre el vientre de él, y en esa postura comenzó a masturbarse como una posesa.
- Si, tío, tengo polla. ¡Aah! ¡Y más grande que la tuya!
Rober sólo pudo cerrar la boca después de que el primer chorro de semen chocara contra su paladar. Cerró los ojos y tosió, sintiéndose mareado, y notó el siguiente chorro en la frente y el pelo, mientras Rebeca rugía. Le dio la impresión de que no terminaría nunca. Pero acabó. Aún sin abrir los ojos, notó cómo ella le limpiaba la cara a lametones. Después se dejó caer a su lado y se sacó las sandalias dejándolas caer al suelo.
- Uff, hacía siglos –la oyó decir- que no me corría.
Rober quería abrir los ojos, pero tenía semen sobre uno de ellos. Palpó la cama y tironeó de la sábana para limpiarse la cara con ella, intentando en vano salir de su estupor sin conseguirlo.
- Tienes polla... –susurró, incrédulo. Le dio una arcada.
- Pues sí, todavía tengo. Pero con tanta hormona no esperaba ponerme así. Hacía siglos que un niñato como tú no me ponía tan cachonda. ¿Cuántos años tienes? ¿Veintiuno? ¿Veintidós?
- ¡Tienes polla!
- Si, hijo, si, tengo polla, pero sólo es un fallito de la naturaleza –Rober cerró los ojos, esperando encontrarse en su habitación cuando los abriera-. Y tú también tienes. Y por cierto –esa voz grave otra vez-, es una preciosidad. Debes estar contento.
Rober notó cómo ella le sacaba el condón y se la limpiaba también con la sábana. Después notó cómo se movía a su lado y se la metía en la boca, succionando con fuerza. Y también notó cómo se le iba poniendo dura otra vez.
Abrió los ojos y miró al techo. No se había dado cuenta de que estaba cubierto por un enorme espejo. Se vio reflejado a sí mismo, a su cuerpo desnudo del que estaba tan orgulloso y a su cara con la boca abierta que dejó escapar un gemido. La vio a ella, sus larguísimas piernas casi colgando fuera de la cama, aquel increíble culo, la cintura con la minifalda enrollada, la espalda suave y blanca, la cabeza moviéndose arriba y abajo. Notó la cabellera de ella haciéndole cosquillas en las ingles y el vientre.
Volvió a cerrar los ojos, y rezó para que sus amigos no estuvieran en el bar cuando bajara, mientras luchaba por controlar una tercera corrida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

NO puedo entender como no te han publicado estos relatos pornográficos ... digo ... eróticos ...

Si son geniales!
:-p

Ains, yo con una tía así también me lo montaba ... o no? Bueno no sé, que uno está taaaaaan necesitado!!!

Besicos!

MadRod dijo...

XD Pues supongo que no me los han publicado porque no los he presentado a una editorial de revistas guarras! juaj! Y gracias por lo de geniales ;)
Yo no me lo montaría con una tía así, más que nada porque me agobia lo del 1,80... XD