Cuando creía que ya nada podía sorprenderme en el contorsionista y en constante expansión del mundo del sexo, he aquí que llega un documental que me saca los ojos. Perdón, quería decir que me los abre. Su nombre: "Zoo". Su estreno en España: más que dudoso.
Narra la historia de un grupo de hombres que se conocieron a través de Internet y formaron un grupo para dar rienda suelta a su más escondido deseo: la zoofilia (vulgo: follar con las cabras). Y sobre todo, la vida y milagros de un tal "Mr. Hands" -su nick en Internet- que murió al desgarrársele el colon cuando ejercía su principal morbo con... ¡un caballo! Para que luego digan que el tamaño no importa.
Por supuesto que sabía de la existencia de la zoofilia. Y no soy nadie para criticar los gustos y aficiones de los demás, pero señores míos... no sé... Ya no es cuestión de si el caballo da su autorización o no, es que si te gusta un caballo lo que haces es montar -literalmente, no de la otra manera-, y alimentarle, y cuidarle, y cepillarle... no cepillártelo.
Ehmmm..., estaba escribiendo el párrafo anterior y me estaba dando cuenta de la cantidad de palabras con connotación sexual que giran en torno a los animales. Uff.
Vamos, que ésto de las parafilias, como se denomina en versión psico-fina, tendrá su razón de ser, pero a mí, mirando a mi gato, jamás se me ocurrió... eh... nada. Acariciarlo, que era una alfombrita suave, suave, juguetear con él y su alfombra, dejarle dormir a mi lado, como mucho -y nunca con ninguna intención más que dormir-. Que me da que hay que estar muy mal para imaginar y desear cualquier otra cosa con un animal, coña. Que no, que no todas las dichosas parafilias son excusables, justificables. Que bien está que tu partener te azote si los dos estais de acuerdo y se ponen unos límites, como un juego más, pero... ¿qué límites te va a poner un pobre animal? ¿A qué tipo de acuerdo puedes llegar con él?
A ninguno. Por éso el zupo de un caballo, por muy cariñoso que sea, te destroza el colon, gilipollas.
Narra la historia de un grupo de hombres que se conocieron a través de Internet y formaron un grupo para dar rienda suelta a su más escondido deseo: la zoofilia (vulgo: follar con las cabras). Y sobre todo, la vida y milagros de un tal "Mr. Hands" -su nick en Internet- que murió al desgarrársele el colon cuando ejercía su principal morbo con... ¡un caballo! Para que luego digan que el tamaño no importa.
Por supuesto que sabía de la existencia de la zoofilia. Y no soy nadie para criticar los gustos y aficiones de los demás, pero señores míos... no sé... Ya no es cuestión de si el caballo da su autorización o no, es que si te gusta un caballo lo que haces es montar -literalmente, no de la otra manera-, y alimentarle, y cuidarle, y cepillarle... no cepillártelo.
Ehmmm..., estaba escribiendo el párrafo anterior y me estaba dando cuenta de la cantidad de palabras con connotación sexual que giran en torno a los animales. Uff.
Vamos, que ésto de las parafilias, como se denomina en versión psico-fina, tendrá su razón de ser, pero a mí, mirando a mi gato, jamás se me ocurrió... eh... nada. Acariciarlo, que era una alfombrita suave, suave, juguetear con él y su alfombra, dejarle dormir a mi lado, como mucho -y nunca con ninguna intención más que dormir-. Que me da que hay que estar muy mal para imaginar y desear cualquier otra cosa con un animal, coña. Que no, que no todas las dichosas parafilias son excusables, justificables. Que bien está que tu partener te azote si los dos estais de acuerdo y se ponen unos límites, como un juego más, pero... ¿qué límites te va a poner un pobre animal? ¿A qué tipo de acuerdo puedes llegar con él?
A ninguno. Por éso el zupo de un caballo, por muy cariñoso que sea, te destroza el colon, gilipollas.
1 comentario:
Jajajaja!!! Es cierto, ¡¡¡hay que ser gilipollas!!! jajajaja!!!
(El tamaño importa. juasjuasjuasjuas!!!)
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