Pureza.

Gracias a la sociedad de la información, cada vez me gusta más comer fuera de casa:

En 2004, Coca Cola reconoció que vendía agua del grifo como si fuese agua mineral en el Reino Unido.
Estaba envasada en una botella azul, costaba casi un euro y medio y llevaba el calificativo de "agua pura". Ese agua, sin embotellar, cuesta 0,004 euros el medio litro.
Dasani (nombre del producto) pasaba, según la compañía, tres filtros y un "sofisticado proceso de ósmosis inversa", pero lo cierto es que ese agua, sin embotellar, cuesta 0,004 euros el medio litro.
En la campaña publicitaria anunciaban que se depuraba mediante un proceso ideado por la Nasa para sus naves.
Sin embargo, según la prensa británica procedía del río Támesis a través de las cañerías municipales de la localidad de Sidcup, al sur de Londres, donde Coca Cola tenía su planta de producción. (20 minutos)

Nada menos que del Tamesis... ¡puaj! ¿Alguien lo ha visto? Es como el Manzanares, pero en burro. Vamos, repugnante.
Pues menos mal que yo siempre la bebo del grifo, porque total... Y éso que es agua. Agüita. Mejor no pensar en los alimentos envasados. A saber de qué demonios son las albóndigas del Lidl. O los rellenos de los Giovanni Rana. Alguien me dijo una vez que las gominolas se hacen con las sobras de las aves de corral (picos, uñas y otras guarradas).
Al menos en tiempos de mi abuela la casquería era casquería, y punto. Que la querían, bien; que no, pues se conformaban con las patatas solas.
Nos estamos zampando el planeta a velocidades de vértigo. Y va a llegar un día en que no vamos a tener planeta que zampar. Qué suerte tienen en Papua-Nueva Guinea: al menos allí llevan toda la vida comiéndose entre ellos.