Hoy he salido de currar un poco más tarde de lo habitual. Éso significa que el Metro, como además lo cojo casi en la cabecera de la línea, iba casi vacío, y me he podido sentar donde me apetecía.
Me he sentado delante de un tío que estaba como un queso. Pero un queso de bola, de tetilla, holandés, asturiano. El que más os guste. Mammamía, te lo juro. Guapo como el sólo, con un cuerpazo (que he podido adivinar cuando se ha levantado). Le he ido admirando todo el camino hasta que se ha ido. Pero justo 2 estaciones antes ha hecho un gesto raro con la cabeza y le ha salido un bulto espantoso en el cuello. Enorme, feísimo, y probablemente molesto y vaya usted a saber si cancerígeno o algo semejante.
Como siempre que veo estas cosas, sólo he podido pensar en lo mal acabados que estamos los seres humanos.