domingo, 15 de septiembre de 2013

Mi barrio gay

Grand Mother Very Old Woman Royalty Free Stock Photo - Image: 18330685Cuando me mudé a Lavapiés era un barrio de abuelitas viudas amedrentadas, a veces incluso aterrorizadas, por la amenaza inmigrante. Los chinos y magrebíes se habían adueñado de las tiendas del barrio y lo habían convertido en el mercado de baratijas y ropa barata de Madrid. Ellas les miraban de lado y murmuraban sobre esos marroquíes de mierda, se santigüaban al ver pasar a un negro de 1,95 con el top-manta al hombro, escupían gargajos densos y asquerosos al pasar por delante de los "chinos" (las tiendas, no las personas, claro).

Y también comenzaron a aparecer solteros. Muchos solteros. Entre ellos, yo. Las abuelitas estaban encantadas, porque los solteros les subíamos la compra a casa, les cambiábamos las bombillas fundidas, les ayudábamos a abrir la puerta cuando el fac se ponía rebelde. Claro que las abuelitas no sabían que todos esos solteros éramos gays. Si se lo hubieran imaginado, los gargajos habrían cambiado de dirección y se habrían santigüado al pasar por delante de nuestras puertas.

Lavapiés era el barrio de los gays -ejem- pobres. Chueca y alrededores estaban prohibitivos en todos los aspectos. El piso que en Chueca costaba 240000€ en Lavapiés costaba 105000. El café que en Chueca costaba 200 pelas en Lavapiés costaba 110. Poco a poco fue creándose en el barrio una comunidad gay encantada de tener en la puerta de su casa 3 terracitas y un DIA.



Sin saber por qué, supongo que porque Chueca es una mariconada, esa comunidad gay fue pasando poco a poco a ser una comunidad "osa". Para los que no lo saben, los "osos" son esos gays grandes, muchas veces gordos, peludos, y sobre todo, hiper masculinos (menos cuando están más de 3 juntos) que no gustan de mezclarse con el resto del ghetto gay. Ellos viven a su aire, más que nada porque todo ese vello y toda esa carne les hace sudar como bestias. Y Lavapiés era el sitio perfecto para mezclarse sólo entre ellos, con su ambientillo medio hippy pasado, sus precios asequibles, sus solteros que pasan del ambiente gay. Y como las abuelas ya estaban muertas (dios las tenga en su gloria) o se habían ido a vivir con sus hijos a San José de Valderas, había mucho sitio y muchísimos más solteros que huían del alboroto y el ghetto de Chueca.



Pero ay, las modas son como son, y se ha debido correr la voz. Hace 5 años que no salimos de la crisis, y ahora los gays que antes vivían en su pisito de Chueca con su perro de aguas ahora ya no se lo pueden pagar solitos. Toda una nueva generación de gays se está trasladando a Lavapiés. Bajas al Rastro los domingos y está lleno de parejitas. Te sientas en una terraza de un bareto de mala muerte y parece un sitio de ambiente. Y la cuestión es que, entre los precios asequibles, la apertura de algún que otro sitio gay en el barrio y la pátina cultureta que siempre ha tenido y mantiene, esta nueva generación de veinte y treintañeros se están adueñando de a poquitos. Los chinos, magrebíes, negros enormes siguen ahí. Pero los nuevos "inmigrantes" son hipsters y gafapastas que van por la calle de la mano y se besan en las esquinas. Ya no somos el Barrio Chino de Madrid; ahora somos "Chueca-2".



A las abuelitas que quedan, a los heteroplanos descuidados, a los marroquíes que no saben lo que es un marica más que cuando vivían en Tánger y había 2 euros de por medio... ¡cuidado! El mariconismo madrileño se extiende. Y ya era hora, coño.


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