Recuerdo, hace unos añitos de ésto, la primera vez que entré en el cine para ver 3 pelis de temática gay en un festival del mismo cuño. El primer festival de cine gay de Madrid. Estaba nervioso, incluso. Hasta entonces, pocos ejemplos se habían visto en las pantallas españolas, quitanto a Almodóvar, por supuesto, y a películas fuera del mainstream que habían tenido acogidas tibias y habían sobrevivido casi exclusivamente de espectadores gays.
Los heterosexuales sólo se aventuraban en este tipo de estrenos si no sabían de qué iba la peli o si la homosexualidad no era el tema central de la película.
Estamos en el siglo XXI: hay cientos y cientos de festivales de cine gay a lo largo y ancho del planeta. Sólo en España Madrid, Barcelona, Bilbao, Palma-Ibiza, Extremadura, Gran Canaria, Gijón, son un ejemplo de que el cine de temática gay ya no es lo que era. Ni minorías, ni vergüenzas, ni películas pequeñitas para ser visionadas entre amigos en un pequeño cinestudio.
Porque hubo un momento, el que citaba en el primer párrafo, en el que verte a ti mismo representado en una película era realmente inesperado. Te llenaba no sólo de satisfacción, sino de esperanza, de alegría, de emoción. Cuando descubrí en el Ideal "Trilogía de Nueva York" fui a verla tres semanas seguidas. Lloré las tres veces como un descosido. Cuando estrenaron en teatro la versión española de "Amor. Coraje. Compasión" al fin me digné a pagar lo que hay que pagar para ir al teatro, porque había visto la película en cine y me había conmovido profundamente el ver una película en la que todos y cada uno de los protagonistas eran gays.
Es sólo uno más de los ejemplos de cuánto está cambiando todo, afortunadamente. Y sólo un ejemplo más para que los heterosexuales entiendan lo que es la vida de un gay: crecer pensando, por lo que ves en el cine español, que todos los que son como tú por ahí sueltos son Alfredo Landa haciendo de peluquera maricona con perrito en mano. O aún peor: ser un asesino en serie que por su condición odia a las mujeres y se dedica a masacrarlas. Esperar años y años a ver en una película a alguien como tú y no verlo. No verlo nunca. Y cuando por fin lo ves, que sea un personaje rodeado de topicazos que te revuelven las tripas. No existir, en definitiva, para una de las representaciones culturales más importantes de este planeta: ver que el cine toca prácticamente cualquier tema que se te pueda ocurrir y no verte representado en ninguna.
Que no piensen las nuevas generaciones de gays que lo que tienen ahora siempre ha sido así. Ahora puedes poner en el buscador del e-mule las palabras "gay themed" y aburrirte bajándote películas (que desgraciadamente nunca se estrenarán en España), pero hace sólo 10 ó 15 años tenías suerte si estrenaban una película al año de temática gay.
Aún no hemos llegado donde tenemos que llegar, teniendo en cuenta que "Brokeback Mountain" se vio sometida en su momento a una persecución en toda la regla en los Estados Unidos (y muchos otros países) sólo por ser una gran producción con nombres conocidos en su cast. O que aún hay gente que se levanta y abandona el cine cuando ve en pantalla una escena de amor o sexo entre personas del mismo sexo.
Pero llegaremos. Estoy seguro.
Los heterosexuales sólo se aventuraban en este tipo de estrenos si no sabían de qué iba la peli o si la homosexualidad no era el tema central de la película.
Estamos en el siglo XXI: hay cientos y cientos de festivales de cine gay a lo largo y ancho del planeta. Sólo en España Madrid, Barcelona, Bilbao, Palma-Ibiza, Extremadura, Gran Canaria, Gijón, son un ejemplo de que el cine de temática gay ya no es lo que era. Ni minorías, ni vergüenzas, ni películas pequeñitas para ser visionadas entre amigos en un pequeño cinestudio.
Porque hubo un momento, el que citaba en el primer párrafo, en el que verte a ti mismo representado en una película era realmente inesperado. Te llenaba no sólo de satisfacción, sino de esperanza, de alegría, de emoción. Cuando descubrí en el Ideal "Trilogía de Nueva York" fui a verla tres semanas seguidas. Lloré las tres veces como un descosido. Cuando estrenaron en teatro la versión española de "Amor. Coraje. Compasión" al fin me digné a pagar lo que hay que pagar para ir al teatro, porque había visto la película en cine y me había conmovido profundamente el ver una película en la que todos y cada uno de los protagonistas eran gays.
Es sólo uno más de los ejemplos de cuánto está cambiando todo, afortunadamente. Y sólo un ejemplo más para que los heterosexuales entiendan lo que es la vida de un gay: crecer pensando, por lo que ves en el cine español, que todos los que son como tú por ahí sueltos son Alfredo Landa haciendo de peluquera maricona con perrito en mano. O aún peor: ser un asesino en serie que por su condición odia a las mujeres y se dedica a masacrarlas. Esperar años y años a ver en una película a alguien como tú y no verlo. No verlo nunca. Y cuando por fin lo ves, que sea un personaje rodeado de topicazos que te revuelven las tripas. No existir, en definitiva, para una de las representaciones culturales más importantes de este planeta: ver que el cine toca prácticamente cualquier tema que se te pueda ocurrir y no verte representado en ninguna.
Que no piensen las nuevas generaciones de gays que lo que tienen ahora siempre ha sido así. Ahora puedes poner en el buscador del e-mule las palabras "gay themed" y aburrirte bajándote películas (que desgraciadamente nunca se estrenarán en España), pero hace sólo 10 ó 15 años tenías suerte si estrenaban una película al año de temática gay.
Aún no hemos llegado donde tenemos que llegar, teniendo en cuenta que "Brokeback Mountain" se vio sometida en su momento a una persecución en toda la regla en los Estados Unidos (y muchos otros países) sólo por ser una gran producción con nombres conocidos en su cast. O que aún hay gente que se levanta y abandona el cine cuando ve en pantalla una escena de amor o sexo entre personas del mismo sexo.
Pero llegaremos. Estoy seguro.
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