This is the last day...

...of our acquaintance.

Como lo habría dicho Sinead O'Connor. Éste es el último día de nuestra relación.

Éso le he dicho esta mañana al ordenador cuando lo he encendido. Porque me tengo que ir despidiendo de muchas cosas de las que he estado disfrutando durante casi dos años y medio sin control ni medida.

Como he dicho como respuesta a un comentario anterior, he sido capaz de pasar 4 horas y media un día leyendo blogs y dejando comentarios, encadenando enlaces de comentarios con otros blogs, yendo y viniendo a mi antojo. O buscando, durante horas, datos para mis entradas. Para algunas de ellas (las "alegrías" del mes pasado, sin ir más lejos) eran largas y complejas. Para algunas entraba en wikipedia, imdb, las páginas oficiales y oficiosas de grammies, oscars y otros premios, páginas de clubs de fans... Un mes de junio sin más que hacer que pasar horas y horas diseñando entradas para el blog y horas y horas pateando Madrid haciendo entrevistas de trabajo.

Se acabó, como diría otra inimitable cantante...

Pero no sólo le digo adiós al ordenador (a ver, todo dentro de un orden, no lo voy a abandonar ni aunque me paguen por ello, seguiré con mis alegrías diarias e intentaré escribir alguna otra cosilla también a diario) sino a muchas otras cosas que no nos damos cuenta que están ahí, que nos absorben tiempo a paladas pero no sabemos disfrutar o aprovechar del todo.

Hoy he salido a banquear. 3 bancos (de los de dinero) en 35 minutos. Por supuesto, éso no se disfruta por mucho que me ponga. Pero, ¿y el desayuno de después? Cuando ya estaba todo hecho, me he sentado en mi terraza favorita de Tirso de Molina, me he tomado un café con un cura (como dice el barman; la mayoría de españolitos lo conoce como "cruasán", y el resto de la humanidad como "croissant") y he estado un buen rato tomando el solecito -agradable a esa hora de la mañana- y saboreando mi cafelito mientras ojeaba mi periódico barato. Impagable. En serio.

También me despido de los largos paseos mañaneros en los que he disfrutado de Madrid como nunca. Han sido 2 años de despertarme por la mañana y no tener nada que hacer. Muchas de las entrevistas que he tenido en estos casi 3 meses tenían horarios más o menos cruzados: a las 9 en Plaza de Castilla, a las 12 en Nuevos Ministerios. A las 3 en el Paseo Imperial, a las 5 en Atocha. A las 10 en Diego de León, a la 1 en Cuatro Caminos. Me he pegado una somanta de caminatas (mis pies os lo pueden jurar) que me han hecho perder 2 kilos en esta temporada de búsqueda. Y lo mejor es que he conocido mucho Madrid que no había visto en la vida. Temo que no podré volver a hacer ésto más que los domingos por la mañana, mis domingos de Rastro y/o Retiro que tanto he disfrutado toda la vida.

Ni podré quedarme viendo la tele hasta las mil porque una de mis series favoritas empieza a las 2,30 de la madrugada. Ni podré quedar a comer, merendar, cenar, cafetear cuando me dé la realísima gana, simplemente contestando que sí a cualquier llamada sin importarme el día ni la hora. Ni podré acompañar a mi madre un miércoles a las 11 al médico (sólo en estas últimas semanas lo he hecho 3 veces; no creo que mi jefe nuevo sea tan comprensivo...). Ni podré sentarme en un banco, como me gusta tanto, a ver la vida pasar. No tendré tiempo para todas estas cosas ni para muchas otras.

Y no es que no las haya disfrutado, que lo he hecho, plenamente consciente de la suerte que tenía, de lo que estaba haciendo en cada momento. No. Es que lo voy a echar endemoniadamente de menos...

Y vosotros direis: ¡qué jodío, el cabroncete éste! Pero poneos en mi lugar... ;)

Snif.

Como diría otro cantautor... es una lata el trabajar. De hecho, mucho me temo que así me sentiré el lunes, por mucha ilusión que me haga tener, por fin, un curro.