Matrimonio.

Me importa un bledo si se llama matrimonio o no. Me importan un bledo la Santa Iglesia Católica y Apostólica, y el Foro de la Familia, y la Conferencia Episcopal, y el Papa, benedicto o maledicto. Si se quieren quedar con los matrimonios, que se los queden. Al fin y al cabo, la raíz latina de la palabra es "mater", y yo, aunque pueda ser materia de una familia, y formarla, y dejar que el tronco crezca, que es otra de las acepciones castellanas con la misma raíz, jamás seré una madre, y mi novio, por supuesto, tampoco.
Seremos, si lo somos, dos Padres. Un padre y otro padre, para aclararnos dentro del machismo de nuestro idioma. Casados, unidos mediante una boda civil que nada tiene que ver ni con iglesias ni con significados literales de raíces latinas.
Me la pela el puto matrimonio. Pero señores: me casaré, pese a quien pese. Y no será un martir-monio, porque si lo hago no será por convencionalismos sociales, por presiones familiares, por tradición, sino porque querré hacerlo, por ganas, por lógica.
Por amor.
Y a quien no le guste, que no mire.